LA CORDOBA QUE RECIBE AL RALLY

Año a año, durante abril-mayo, la ciudad de Córdoba, más conocida como “La Docta”, la segunda ciudad en población (1,4 millones de habitantes), la más extensa en superficie e importante polo cultural y económico de la Argentina, recibe al Rally internacional. Esta urbe fundada en 1573, por el Adelantado español, oriundo de Sevilla, Don Jerónimo Luis de Cabrera, recibe el Campeonato Mundial de Rally (WRC), desde 1984 -con la excepción de 1992, que se corrió en Tucumán- y ese hecho es uno de sus grandes atractivos turísticos para turistas de la propia ciudad y Provincia, de regiones vecinas e incluso extranjeros.

He aquí algunas fotos de los preparativos que me tocó captar en la tarde otoñal del pasado miércoles 26 de abril.

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FRANCIS MALLMANN: UN “FRANCES” DE LA COCINA ARGENTINA

Existe “la cuisine française“, “la cucina italiana“, la cocina española,la comida árabe, cada país de Europa, Asia y América Latina también tienen la suya, pero respecto a la Argentina? Existe algo así como “la cocina argentina”? Pregunto esto precisamente por el crisol de razas que supone este país, habitado por tantos descendientes inmigrantes, no sólo italianos y españoles, sino judíos, musulmanes, irlandeses, galeses, croatas, rusos, ucranianos, suizos, alemanes, etc., por lo cual, es razonable pensar en que no existe tal autenticidad nacional, sino “muchas cocinas argentinas”, de acuerdo a cada comunidad de origen.

Sí han existido y existen demasiados cocineros o chefs argentinos de notoriedad, mujeres y cada vez más hombres, en todos los rubros: comida salada, dulce, mix, repostería, etc. La pionera, la santiagueña Petrona Carrizo de Gandulfo en los años sesenta y luego, el “Gato” Dumas, Blanca Cotta, la malograda Marta Ballina, “Maru” Botana, el esperancino y descendiente de suizos Osvaldo Gross, Narda Lepes, Dolli Irigoyen, Ariel Rodríguez, el descendiente de nipones Alejandro Komiyama y el personaje al que quiero homenajear hoy, un argentino de apellido y descendencia francesa, Francisco José Mallmann, alias Francis Mallmann: un vanguardista en “la cocina de los fuegos”, mezcla de cocinas nativas, gauchas y europeas.

Además de haber sido padre de cinco hijos, profesor de esquí, escritor de libros y pescador, la originalidad de Mallmann, a diferencia de todos los demás, es que habiendo sido él mismo, hijo de un físico del Instituto Balseiro en Bariloche (Río Negro) y aprendido cocina francesa en París en los años ochenta, cambió permantemente en su profesión de chef hasta dedicarse a su mayor innovación, en tiempos recientes.

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TREINTA AÑOS DESPUES: “FELICES PASCUAS, LA CASA ESTA EN ORDEN”

Viví el levantamiento de los “carapintadas” -ex grupos de elites militares que combatieron en la Guerra de Malvinas- como estudiante universitario de Ciencia Política, en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En un contexto de bloqueo de las viejas presiones y extorsiones corporativas de los militares argentinos que dejaron el poder en 1982, gracias a una guerra perdida en las Islas Malvinas, el primer gobierno de la reinauguración democrática del Presidente electo Raúl Alfonsín, previa reforma del fuero militar, pudo castigar a través de tribunales federales, en juicio histórico oral y público, a los miembros de las Juntas Militares desde 1976. A intelectuales, periodistas y escritores, les encargó un informe pormenorizado sobre las violaciones a los derechos humanos, por parte del Estado autoritario y producto de ese minucioso trabajo, nació el “Nunca Más”. Ambas iniciativas en el marco de una verdadera política de Estado, con un amplio consenso del cual se apartó inicialmente el peronismo, provocaron la reacción de sectores nacionalistas y oficiales subalternos del Ejército, quienes llevaron adelante una rebelión militar casi golpista en la Semana Santa de 1987.

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CARLOS REUTEMANN: UN CUMPLEAÑOS ARGENTINO EN LA FORMULA UNO

Esa madrugada del domingo 12 de abril de 1981, ya con las entradas en la mano, viajamos con mi padre en su Ford Fairlane, en medio de una densa niebla a Buenos Aires. Recuerdo que llegamos al Autódromo Oscar Gálvez de la ciudad de Buenos Aires, en esa época, Capital Federal, a las cinco de la mañana y sin reposeras, como muchos allí, nos dispusimos a formar parte de la larguísima cola de los fanáticos del automovilismo que nos propusimos mirar la carrera de Fórmula Uno.

En realidad, en esa marea humana ansiosa, estaban incluidos los fans, como yo, de Carlos Alberto Reutemann, el argentino, santafesino, que más lejos llegó en la máxima categoría mundial, después del pentacampeón de los años cincuenta y sesenta, Juan Manuel Fangio. Como si todo ello fuera poco, ese día, era el cumpleaños 39 de Reutemann y estaba peleando palmo a palmo, como nunca antes desde su debut en 1971, el campeonato de la F1, con el brasileño Nelson Piquet que ganaría la carrera -y el torneo ese año- y con el australiano Alan Jones, campeón del año anterior. Con éste, Reutemann ya había tenido conflictos en la carrera anterior, bajo la lluvia, en la propia Brasil, por haberla ganado, desobedeciendo las órdenes del equipo, que le obligaban a cederle el lugar a Jones, por ser éste el número uno del equipo. Todo ello, le daba un sabor especial a esa carrera, la única que vería en vivo y en directo, hasta ahora, en mi vida.

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GUERRA DE MALVINAS: EL AUTISMO DE LA POLITICA EXTERIOR ARGENTINA

Las cientos de veces que cruzamos esos carteles en las rutas argentinas, siempre me recuerdan la pregunta cruda e incisiva de mi novia, proveniente de un país milenario y guerrero que acaba de recuperar Crimea: “y qué han hecho por recuperarlas?”. La respuesta tal vez, lógica, hubiera sido una guerra victoriosa, pero esa opción, que ella conocía, en realidad, apela a que más allá de tanto cartel y discurso nacionalista hipócrita, efectivamente, a lo largo de casi dos siglos, los argentinos no hemos hecho nada concreto ni eficaz, excepto desde el fútil plano discursivo, para que las Islas sean parte del territorio argentino.

 

La reflexión vale, para estos días cuando se celebran 35 años del desembarco de los conscriptos argentinos en el archipiélago, desalojando por apenas un bimestre, a las escasas fuerzas británicas allí apostadas, custodiando al entonces gobernador Rex Hunt, hecho en el cual, perdiera la vida, el Capitán Giacchino, el primero de una larga lista de algo menos de un millar de desafortunados de los dos bandos, que perecerían en esa absurda guerra.

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LA BUENOS AIRES DE HOY, LA ARGENTINA DE HOY

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Sensaciones encontradas cuando viajo a la Buenos Aires del primer trimestre de 2017. Entre paréntesis, una ciudad fantástica, fascinante por su variedad e historia, pero que me entristece cuando la veo así.

Por un lado, apariencias de prolijidades, mucho marketing amarillo y verde que simbolizan sensación de orden y estatalidad en una ciudad y un país caracterizados por no reivindicar esos factores: policía nueva, unificada (Federal y Metropolitana); carteles de “perdone las molestias, estamos trabajando por vos”, cada dos cuadras; edificios antiguos por reciclar; publicidad oficial con las obras en puentes y subte; bicisendas coquetas con bicicletas públicas impecables; las omnipresentes grúas que acarrean autos mal estacionados; oficinas burocráticas nuevas y viejas del Gobierno de la Ciudad Autónoma, que conduce el obsesivo tecnócrata Horacio Rodríguez Larreta (ex dirigente de la línea peronista de “Palito” Ortega en los años noventa), el sucesor del ahora Presidente Mauricio Macri.

Pero en enorme contraste con esta imagen de cuasi pulcritud, ni siquiera caminando la turística y extranjerizada San Telmo, pueden disimularse los olores nauseabundos por los calles; la gente durmiendo hasta en los volquetes de basura -algo insólito y realmente desagradable-; mendigos de gran variedad pidiendo ayuda en los semáforos, al borde de la extorsión a los automovilistas; camiones que circulan de modo ilegal por arterias de Puerto Madero, la zona portuaria e inmobiliaria más “chic” de la ciudad; caos vehicular a diario, causados por piquetes de desocupados, de desalojados, de todos los que se consideran despojados por algo, aunque no lo estén, tras 12 años de patrañas publicitarias K, “incluyendo” a todos en su “fiesta”.

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