NEDERLANDESES CON SU MIRADA EN EL MUNDO

Países Bajos es un país fantástico, caracterizado por la tenacidad de sus habitantes, su pluralismo y tolerancia religiosa y su adhesión al capitalismo desde tiempos tempranos de la Edad Moderna. Aquél carácter de su población tiene relación con el temple demostrado en no pocas ocasiones, pero sobre todo, siendo un país tan pequeño, que desde el aire se visualiza verde, pero rodeado o penetrado por el Mar del Norte, con esa capacidad para salir del encierro y explorar nuevos mundos.

En efecto, los nederlandeses han sido extraordinarios navegantes, particularmente, por razones de supervivencia, no de conquista, como otros pueblos. Intentaban llegar a las Indias Orientales en el siglo XVI para romper el cerco y dominación española, con su catolicismo contrarreformista y papista, que a los holandesdes les parecía tan recalcitratemente conservador e inmovilizante.

Varios intentos en tal sentido, provocaron marinos de la talla de Willem Barents y Jacob Van Heemskerk, quienes se aventuraron a proyectar más allá de lo conocido, sus ambiciones marítimas. Obraba como un factor estimulante, la prédica de reverendos protestantes como Petrus Plancius, quien además, era cartógrafo y astrónomo. Sobre las postrimerías del siglo XVI, un siglo después que el gran descubrimiento de América por parte del genovés Cristóbal Colón, entre 1596 y 1597, Jan Cornelius Rijp y el citado Van Heemskerk -llevando a Barents- se aventuraron a navegar hacia el norte de Holanda, para descubrir “la ruta del noreste” a las Indias Orientales, acortando la distancia a China.

La expedición de dos barcos fracasó, pues terminó con uno de ellos, el conducido por Van Heemskerk, enterrado en el hielo y por ello, los marinos debieron soportar un muy crudo invierno en Nueva Zembla  (en ruso, “Novaya Zemlya“), en una caseta de madera que ellos mismos, con el mismo material del barco, improvisaron y calefaccionaron a su manera, llamándola “El hogar seguro” (en nederlandés, “Het Behouden Huys”).

Como es de imaginar, las condiciones era infrahumanas: los marineros racionaban la comida, la cerveza guardada en toneles se congelaba y destruía y apenas podían cazar y comer zorros árticos. El escorbuto hacía estragos además de la exposición al congelamiento. Barents moriría allí el 20 de junio de 1597, aunque se ignora si fue arrojado al mar o yace en esas lejanas tierras. Su sueño lo lograría el explorador sueco-finés Adolf Erik Nordenskiöld, quien descubriría el tan ansiado “pasaje del noreste” entre 1878 y 1880.

Pudimos conocer dicha azarosa aventura, gracias a las memorias escritas y publicadas en 1598, por el carpintero de uno de los dos barcos, Gerrit de Veer, quien pudo sobrevivir a tales peripecias. Era uno de los -apenas- doce que pudieron regresar a Amsterdam y el primer testigo reconocido en ver el efecto llamado Nueva Zembla, es decir, una suerte de anomalía de la atmósfera, en forma de espejismo polar, causado por la refracción de la luz solar entre las termoclinas atmosféricas. El libro de De Veer fue el primer best-seller mundial y elevó la autoestima y orgullo de ese pueblo productor de quesos y tulipanes, a niveles insospechados.

El pasado martes cuando estuve varias horas en el majestuoso Aeropuerto Internacional de Schiphol, en Amsterdam, mientras esperaba mi vuelo de KLM de regreso a Buenos Aires, recordé esa experiencia. Como la ley de atracción existe, mientras retornaba por los aires, me puse a ver la película “Nova Zembla”, estrenada en 2011, que narra la historia de esa última expedición de Barents.

Schiphol, Barents, KLM y Nueva Zembla son sinónimos de mirada global, de empuje y tesón, de vocación para traspasar límites. Enhorabuena que este osado pueblo nederlandés todavía se arriesgue a ello, como hace siglos y por eso, es digno de mi gran admiración.

LA CATASTROFE AEREA DE TENERIFE

Todavía recuerdo las terribles fotos de la Revista Gente, cubriendo en color las penosas imágenes. Dos aviones habían chocado y no precisamente, en el aire, lo cual podía imaginar un adolescente como yo, de 13 años, sino en la mismísima pista y debido a una evidente falla humana.

ACCIDENTE LOS RODEOS 1977 3

El domingo 27 de marzo de 1977, hace exactamente, cuatro décadas, chocaron en el aeropuerto Los Rodeos, de la Isla española de Santa Cruz de Tenerife, en medio del Océano Atlántico, dos Boeing 747, uno de la compañía holandesa KLM -que hacía el trayecto Amsterdam-Las Palmas- y otro de la ya desaparecida estadounidense Pan Am -que partió de Los Angeles con destino Atenas-, mientras realizaban maniobras de despegue.

Aparentemente, el comandante de la aerolínea holandesa procedió al despegue, sin la previa autorización de la torre de control, por fallas en la comunicación. Obviamente, otros factores exógenos como una deficiente iluminación, en gran medida, por la niebla existente y la ausencia de un radar de superficie, contribuyeron a la génesis de la tragedia.

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