LA CATASTROFE AEREA DE TENERIFE

Todavía recuerdo las terribles fotos de la Revista Gente, cubriendo en color las penosas imágenes. Dos aviones habían chocado y no precisamente, en el aire, lo cual podía imaginar un adolescente como yo, de 13 años, sino en la mismísima pista y debido a una evidente falla humana.

ACCIDENTE LOS RODEOS 1977 3

El domingo 27 de marzo de 1977, hace exactamente, cuatro décadas, chocaron en el aeropuerto Los Rodeos, de la Isla española de Santa Cruz de Tenerife, en medio del Océano Atlántico, dos Boeing 747, uno de la compañía holandesa KLM -que hacía el trayecto Amsterdam-Las Palmas- y otro de la ya desaparecida estadounidense Pan Am -que partió de Los Angeles con destino Atenas-, mientras realizaban maniobras de despegue.

Aparentemente, el comandante de la aerolínea holandesa procedió al despegue, sin la previa autorización de la torre de control, por fallas en la comunicación. Obviamente, otros factores exógenos como una deficiente iluminación, en gran medida, por la niebla existente y la ausencia de un radar de superficie, contribuyeron a la génesis de la tragedia.

Si bien el impacto fue leve, dicho por el copiloto del avión norteamericano, el resultado no pudo ser peor: producto del masivo incendio que literalmente envolvió a ambas máquinas, los 248 ocupantes del avión holandés murieron en el acto, sumándose  a los 335 restantes del otro avión, en el que pudieron sobrevivir apenas 61.

En el día que prohiben a mujeres subir con calzas a los aviones o, te arrojan a la basura, líquidos para las lentes de contacto o dulce de leche, “por razones de seguridad”, mucho ha cambiado la aeronavegación en estas cuatro décadas, tanto que con la actual tecnología en las comunicaciones, tal vez, aquel accidente de Tenerife, no se hubiera producido.

Pero, claro, la sensación que uno vive a tan temprana edad y ya con la experiencia vivida con el medio de transporte más seguro del mundo -hasta ahora-, es absolutamente diferente. Mucho más cuando me entero, leyendo la prensa tinerfeña, rememorando el hecho, que aquel 27 de marzo, todo salió realmente mal. En efecto, una sucesión de hechos en cadena, al estilo de cualquier película de la saga de “Destino final”, se produjo ese día, hasta desembocar en el accidente aéreo.

El día amaneció soleado y despejado pero luego, la niebla se apoderó de Los Rodeos. Este no era el aeropuerto que correspondía a semejantes Jumbo 747, pero terminó siéndolo, porque la principal estación de la otra isla capitalina de Canarias, la Gran Canaria, o sea, Gando, estaba cerrada, debido a unos atentados perpetrados con bombas, al mediodía, por un movimiento separatista canario, que ya no existe. El stress de los pocos operadores de vuelo del aeropuerto suplente, su escasa infraestructura para abastecer aviones de semejante porte, varados allí a tal efecto y, la insólita y súbita nubosidad que se depositó en la pista a las cinco de la tarde, culminaron por hacer el resto, para que se consuma la tragedia.

Pero el protagonista humano, el piloto de KLM que aceleró despegue y desoyó las órdenes de la torre, el veterano capitán Jacob Van Zanten, con 27 años de experiencia y con más de 11.700 horas de vuelo, era la imagen comercial de la compañía y se había apartado en los últimos meses, de los aviones, para dedicarse a la publicidad institucional y la capacitación de los pilotos más jóvenes.

Toda España, que estaba entretenida con un partido de fútbol entre la mediocre escuadra española de Juanito y Hungría, previo al Mundial 1978 de Argentina, quedó absorta por la noticia de la que sería la mayor tragedia en la historia de la aeronavegación comercial.

 

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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