A LA CONQUISTA DE SIBERIA

Es cierto, como suele afirmar mi amigo Mariano Caucino, que los rusos no tuvieron la misma evolución histórica que “Occidente” y eso ya los diferencia notoriamente de anglosajones y europeos continentales, algo poco comprendido hoy en Bruselas, Berlín y París. Al atravesar una larga Edad Media, hasta desembocar en la modernidad, sólo de la mano, paradójicamente, de la Revolución Bolchevique -recién a inicios del siglo XX-, los rusos se perdieron procesos de la envergadura, nada más ni nada menos, que como el humanismo postmedieval, la Imprenta, la Reforma Protestante, el capitalismo y la Revolución Industrial. Todo ello en términos comparativos con Europa, pero qué puede decirse de otros pueblos que no son europeos pero que sí son vecinos históricamente bastante hostiles para los rusos? Me refiero específicamente a los asiáticos, como los turcos, los mongoles, los tártaros y por qué no, los chinos. Tanto en la historia de la Rusia zarista como en la soviética y también en la actual, postsoviética, todos ellos están coexistiendo, formando parte de Rusia o siendo vecinos y hasta socios de Rusia. Para ellos, que estaban más atrasados que Rusia aún, ésta era en sí misma, un tipo de “modernidad” a la que había que desalojar de sus territorios.

Parte de esa historia es reflejada por la película “La conquista de Siberia”, film ruso estrenado en 2019, antes de la pandemia de Covid-19. Hay muchísima filmografía referida a la “Conquista del Oeste”, en el archirrival de Rusia, que son los Estados Unidos, de hecho Hollywood se ha dedicado fehacientemente a “construir” toda una épica individualista de los pioneros (civiles), incluyendo los ambiciosos buscadores de  pepitas de oro pero acerca de Rusia, si bien hay algunas novelas dedicadas a la ocupación rusa de la Siberia (o “Lejano Este” o en ruso, “Сибирь), no existe mucho “relato” cinemtaográfico. Por ello, me satisfizo ver aquélla película rescatando la decisión zarista de Pedro El Grande de enviar un ejército leal a ocupar aquellas tierras en 1708, más allá de la circunstancia coyuntural de un gobernador que pretende manipularlo, un ex oficial sueco prisionero y resentido por la derrota en la Gran Guerra del Norte (1700-1721) y una historia de amor que no podía faltar en el guión ruso.

La película nos obliga a indagar acerca de Tobolsk, el primer y único gran kremlin que tenía Siberia allá por inicios del siglo XVIII, pero sobre todo, a pensar el tipo de colonización que hizo Rusia en aquella vasta región del mundo, inhóspita, donde prevalece la estepa, un clima tremendo con temperaturas frías máximas aunque también cálidas y bellísimos paisajes. Los rusos ocuparon aquellos territorios lejanos, nada europeos, llevando prisioneros de sus guerras, como los propios suecos, la herocidad y fe ortodoxa de sus hombres y mucho amor a la “Madre Rusia”, luchando incluso contra la venalidad y corrupción de sus gobernadores locales. A diferencia del caso norteamericano, no era fácil extender la burocracia central a lugares tan extensos, tan enormes y rodeados de enemigos.

Ojalá esta historia entusiasme a los interesados en la Rusia monárquica y Siberia sea más conocida que por su famoso Tren Transiberiano que atrae a tantos turistas año a año o por las matanzas de Stalin y la ex URSS. De paso, se van deconstruyendo mitos, como la tendencia natural occidentalista de rotular a los rusos como “salvajes” o de considerar a tan lejanas tierras, como verdaderos “infiernos”. La película citada revela cómo los rusos buscaron “integrar” siempre incluso a las tribus más hostiles y la defensa de las fronteras más alejadas como si fueran los hogares propios. Es que buena parte de la historia rusa, mal que le pese a muchos occidentales que no la quieren comprender, se escribe con gloria y fe cristiana, más que con ambición. 

“TOC TOC”

Es una enfermedad de la postmodernidad. Puede hallarse en la todavía no moderna Africa o algunos lugares de Asia y hasta América Latina, pero seguramente en sus centros urbanos sí, aquejando a cientos de miles o por qué no, millones de personas. Son fobias, tics nerviosos, expresiones, manías, que adquiriendo carácter crónico, parecen esclavizar a las personas que las sufren. Atacan a todo tipo de clases sociales, incluso se dice que hubo nobles y hasta reyes que las tuvieron. Por ejemplo, Pedro El Grande, el Zar ruso que construyó San Petersburgo, tenía muecas faciales constantes, guiñando los ojos, frunciendo boca y nariz y moviendo la mandíbula, todo lo cual era bien manifiesto en presencia de sus visitantes europeos que luego lo difundieron, según el pintos ruso del siglo XIX, Valentín Seróv. Hoy, estos emergentes de los miedos humanos, se tratan en el diván de los psicólogos o en terapia grupal, pero supongo que hay muchísimos que no lo hacen por vergüenza.

Por eso, rescato el filme español, estrenado el año pasado, donde sobresalen, un actor argentino, Oscar Martínez -en un papel mucho más lucido que en “Relatos Salvajes”- y una Rossy de Palma -que por fin se liberó de Pedro Almodóvar- y que se refiere al Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC; en inglés OCD). Precisamente, el nombre de la película -y obra teatral- se titula “Toc Toc”.

Habría que recordar que una década antes de “Toc Toc”, ya el genial Jack Nicholson había mostrado el trastorno en la película “Mejor imposible”, junto a Helen Hunt y Greg Kinnear.

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BALTIYSK, EN LA COSTA RUSA DEL MAR BALTICO

Es la ciudad más occidental de la Federación Rusa. Se encuentra a 29 kilómetros de Kaliningrado, en el Oblast del mismo nombre, en la costa del Mar Báltico. Su nombre en ruso es Балтийск: así fue rebautizada en 1946. En alemán, es Pillau, porque hasta 1945, fue parte de la Prusia Oriental y también allí había unos 450.000 ciudadanos alemanes, los que serían expulsados en ferry por la URSS apenas triunfó en la II Guerra Mundial.

Más de 33.000 habitantes viven hoy en Baltiysk, mayoría abrumadora de rusos y una gran proporción de marinos y oficiales.

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COCINA RUSA (I): KASHA

Se trata de un plato tradicional ruso, tremendamente nutritivo. Acompaña la vida del ciudadano ruso promedio, tanto desde su niñez y bautismo pasando por su adultez y fiestas religiosas hasta su vejez. Sin embargo, ha evolucionado, mutando a lo largo de la historia.

La каша (en alfabeto ruso o cirílico), es un plato cocinado a base de grano (avena, trigo sarraceno, cebada y centeno) cuya receta, con algunas variaciones, es o ha sido común a diferentes pueblos (arios e hindúes). Inicialmente este plato se hacía de grano triturado, de donde proviene su nombre ruso, con origen en el término antiguo sánscrito “krash”, o sea, “triturar”. Inicialmente, lo comían los pobres pero luego se extendió a toda la población, incluso se dice que la kasha de cebada era el plato preferido del Zar Pedro El Grande.

La kasha puede prepararse líquida, en forma de papilla, ideal para la dieta infantil; semilíquida, para el desayuno o suelta, muy popular en la Rusia prebolchvique y hoy, como acompañamiento de los platos principales.

Existe una infinidad de recetas de kasha: dulces y saladas, a base de agua y a base de leche, con mantequilla, verduras, nueces, etc. De cada grano, se pueden preparar más de diez tipos de kasha.

El creador de la kasha mixta, mezclando cebada, mijo y guisante, fue el jefe militar ruso Aleksandr Suvórov, en el siglo XVIII.

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