LA GRAN NOTICIA DEL REGRESO DE ABBA

1979 fue una bisagra en muchos aspectos, en la vida de este mundo, por numerosas razones pero en mi vida, en plena adolescencia, fue el año en el que me atrapó la música pop, a través de un grupo sueco inigualable que haría historia en apenas una década. Su single “Chiquitita”, en el Festival de UNICEF aquel año, lo hizo mundialmente famoso, sobre todo, por su versión en español, en América Latina y Argentina no fue la excepción. Pero otros temas fueron mucho más especialmente atractivos, en idioma inglés, como “Dancing Queen” (1976) y “Waterloo” (1974) y cuando los conocí, aunque tardíamente, porque eran los pioneros del grupo, en castellano, “Fernando” (1975) y “Hasta mañana” (1974).

Ese cuarteto escandinavo, surgido a orillas del Mar Báltico en 1972, se llamaba ABBA y era el acrónimo de las primeras letras de los nombres de los cuatro integrantes, dos hombres y dos mujeres, casados entre sí -luego, divorciados-: una de las solistas (de cabello castaño oscuro), la noruega  Anni-Frid Lyngstadt, el pianista Benny Andersson (ambos en matrimonio); la otra solista (rubia) Agnetha Fältskog y su entonces marido, el guitarrista Björn Ulväeus. El grupo empezó a hacer historia en el Festival de Eurovisión de 1974 y se convirtió en poco tiempo, en el primer grupo europeo en conquistar masivamente, los mercados anglosajones (particularmente, Australia y Estados Unidos) y americano, después de “Los Beatles”.

La imagen, la composición, la instrumentación (incluyendo el uso de la mandolina) y la armonía de voces lograda por ambas cantantes, eran las claves del éxito del grupo. La sensibilidad reflejada en sus letras, las dosis de felicidad y nostalgia en términos apropiados, contribuían al resto. ABBA mostraba talento, frescura, espontaneidad, calidez, porque se divertía en los escenarios, a pesar de la fobia de Agnetta a los aviones y la presión de tantos éxitos repentinos y continuos.

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LA MUSICA DE LOS “MILLENNIALS”: O EL REINO DESOLADOR Y GRIS OSCURO

Atravesamos varios países latinoamericanos este verano sintonizando varias radios FM y demasiadas canciones de varios géneros. Aún en Brasil, donde el 90 % de la música es en portugués aunque ya no se escuche la vieja y tradicional “Bossa Nova“, nos topamos con el mismo fenómeno. Para no hablar del “reggaeton” latino (Fonsi, Shakira, Enrique Iglesias, Ricky Martin, Maluma, Bad Bunny y Daddy Yankee, entre otros), la mayoría de las canciones “extranjeras”, en idioma inglés, estaban hegemonizadas fuertemente por la música de tres solistas: el británico Harry Styles (ex integrante de la banda “One Direction“),  el DJ anglo-noruego Alan Walker y la australiana Sia Furler, estos dos últimos, fieles representantes de la electronic music.

Esto significa que entre los tres tercios en que se divide el mercado consumidor radial del sur de América, dos de los cuales, están claramente globalizados, con la excepción de Brasil, donde la producción propia y en idioma portugués, es dominante, hay una franja básicamente demandada por los jóvenes “Millennials“, a quienes atrae el estilo de esos tres cantantes, con voces agudas y de gran impacto virtual -y visual-, a través de You Tube, donde sorprende la cantidad de millones de visitas que día a día reciben.

Si bien su música es impactante y pegadiza, tampoco puede obviarse el pesimismo y lo poco gratificante de la letra de sus canciones, sobre todo en la cuarentona Sia Furler y el joven Alan Olav Walker, quien a los 20 años, en poco tiempo, saltó a la fama, emergiendo de la comunidad de “videogamers” y difundiendo sus productos entre los “youtubers”, tras recibir una fuerte influencia de compositores de bandas sonoras de películas como el genial Hans Zimmer.

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