“FORTALEZA SITIADA”

“No hay problema, estamos habituados a que nos agredan y saldremos de esto, victoriosos”. Lo escuché de alguien -ruso- cercano en 2014 y lo volví a leer en las mentes de los miles con los que me crucé cada mañana de abril, fría pero con sol en la que recorría la Plaza Roja y alrededores.

No sirven las 8 baterías de sanciones occidentales desde 2014 hasta febrero pasado, más las 6 desde el 24 del segundo mes del año hasta hoy. Parece ser infructuoso también el camino de la censura de canales RT y Sputnik en la Unión Europea, más la prohibición de blogueros rusos/as en You Tube y otras redes. Ni hablar de las cancelaciones a artistas, bailarinas, conciertos, seminarios sobre escritores y demás actividades culturales alusivas a Rusia en todo el territorio del Viejo Mundo. Miles de años de civilización eslava arrojados al basurero, por obra y gracia de un castigo ejemplar y único que nadie se atrevió a darle a americanos, chinos, turcos, israelíes u otros pueblos igual o peores transgresores de las normas internacionales a lo largo de décadas. Hasta los deportistas rusos, una vez más, sufrieron la vindicta europea. Tenistas destacados excluidos de Abiertos importantes; Grand Prix de Fórmula Uno en suelo ruso, excluido del calendario de la máxima categoría del automovilismo mundial; gimnastas premiados, luego desclasificados, sólo por mostrar la bandera rusa o algún símbolo alusivo a la guerra, como la famosa “Z”.

Nada parece importarles a quienes caminan por las calles. Tampoco a los mozos de los bares que frecuentaba ni a los administradores del hotel, que saben triangular el cambio de euros o dólares por rublos y hasta eludir la prohibición de Western Union. Sobran los países vecinos, dispuestos a ayudar a Rusia. Georgia, que aprendió la lección de agosto de 2008, los centroasiáticos, la propia Turquía, que abre su espacio aéreo a aerolíneas rusas.

Asoma sí, un tanto decepcionante la actitud de hace varios años atrás, juzgada hoy como un tanto “ingenua” respecto a “Occidente”, cuando se decidió entre uno de los 3 sectores en los que básicamente se divide la coalición putinista de gobierno, que era mejor depositar algunas de las reservas o fondos soberanos rusos, nutridos incluso de ahorros de los propios contribuyentes del país, fuera del mismo, en bancos y compañías financieras europeas en particular. Tal vez, y en contra de las advertencias eurasianistas y ciertas dudas de los “nacionalistas moderados”, los liberales esperaban así, una respuesta positiva en torno de las posibilidades rusas en el capitalismo en el mediano plazo.

Queda expuesto ahora que la supuestamente hipervalorada seguridad jurídica no es significación en sí misma, como se pensaba hasta hace poco, ni siquiera para los propios occidentales que la pregonaron tanto durante tanto tiempo, sobre todo, como requisito para reformas estructurales en los países emergentes. Es evidente, una vez más, que los principios se acomodan a las conveniencias coyunturales y que ahora, usufructuar los fondos soberanos de un país, con la excusa de su intolerable agresividad, es legítimo, además de legal. Claro, el problema es a futuro: con este fenomenal atentado a la propiedad privada (de todo un país), que por estas horas, en Davós, debiera prepcuparle a más de uno de los allí presentes, se sienta un gravísimo precedente que hiere de muerte a todo el sistema financiero global. 

Duele sí la actitud ucraniana: tanta mentira y tanta traición. La propaganda de las primeras semanas hasta el episodio de Bucha, el colmo del descaro y la manipulación, revelan que los antiguos ex hermanos están dispuestos a todo, con tal de vender su poca dignidad ya a estadounidenses y polacos, entre otros. Aclaro: ucranianos del oeste, los de la ex Galitzia, porque los del sur y del este dejaron de serlo espiritualmente ya hace tiempo y la demostración es que saludaron como “liberadores” a los soldados rusos incluso antes de la caída de Mariúpol la semana pasada.

Duele el “bullying” a niños y niñas hijos e hijas de rusos que viven en Europa, que tuvieron que sufrir improperios, insultos, vejámenes morales de todo tipo, por ser meramente ciudadanos de un país que sólo intentó defender su interés nacional. Se han quemado banderas americanas frente a las embajadas pero jamás nadie osó tocar a un ciudadano americano, haciéndolo corresponsable de un crimen o un ataque o un bombardeo desde los ’60 hasta Afganistán 2021. Con los rusos pasó eso y mucho más. Muchos se atrevieron a mancillar gratuitamente el honor ruso, además claro, de destruir cementerios de soldados soviéticos muertos en la II Guerra Mundial en las grandes capitales de Europa Oriental.

Sin embargo, para enfrentar el presente desafío, Rusia tiene una ayuda extra especial: el peso de la religión. En efecto, la Iglesia Cristiana Ortodoxa, con su reflorecimiento a partir de 1992, tras décadas de ostracismo, le da cierta ejemplaridad histórica a Moscú como la “Tercera Roma”, la diferencia sustancialmente de la decadencia europea, puesta en evidencia una vez más en el último Festival de Eurovisión -una verdadera puesta en escena para favorecer adrede a la representación ucraniana- y, la fortalece en el temple y estoicidad necesarios, para resistir cualquier contraatatque y trampa que le tejan el eje Washington-Bruselas.

De todo ello, emergerá no una Rusia más débil, sino una más unida. No una Rusia más enfrentada a su poder nacional, sino una más cohesionada en torno a él. No una Rusia menos agresiva e indiferente, sino una más sensible y ofendida con todos. La peor cara de Rusia que pretendían, ahora la tendrán por mucho tiempo: la de la “fortaleza asediada”. Preparémonos. Han despertado al oso.

EL ABRAZO DEL OSO

La frase del título de esta nota tiene una connotación especial. Trae a colación una referencia innegable, típica de la Guerra Fría, cuando se decía en tiempos de la “détente” o distensión entre americanos y soviéticos que el “Oso” (nominando así a la vieja URSS), aprovechando esa “ventana de oportunidad”, podría en cualquier momento seducir, envolver y hasta asfixiar a Europa Occidental, influida por los “cantos de sirena” pacifistas antinucleares. El objetivo era dividir el frente occidental, rompiendo la alianza de postguerra con Estados Unidos. La URSS así lograría ganar la Guerra Fría, sin disparar un sólo tiro. Sus propios errores de cálculo más tarde, como la invasión a Afganistán en 1979, contribuyeron a su posterior caída, varios años después.

Claro, nadie vio en ese momento el intento -frustrado- del Oso.

Apelo a la metáfora comunista/anticomunista porque viene como “anillo al dedo” para mi análisis político de hoy. Anoche, habiendo llegado tarde al acto de Javier Milei en Rosario, claramente desganado, desentusiasmado, porque veía la peligrosa tendencia de un nuevo “abrazo del Oso” -esta vez vernáculo- que finalmente corroboré, desde hacía semanas, mis temores se hicieron realidad. Preadvertidos por uno u otro canal -hoy, en el reinado de las NTICs y las redes, eso es posible-, de que había gente -propia y externa- insatisfecha con el armado desde arriba y desde CABA, de ese acto, cuya identidad (acto político, evento social o clase), nunca quedó claro, la seguridad de Milei, conformada por los “Osos Gordos” del inefable Carlos Maslatón, el “Rasputín postmoderno” del nuevo diputado, se encargaron de diluir cualquier intento de sabotaje del acto.

Claro, quedó también en evidencia el formato especial de la obra y obviamente, los intérpretes de la misma. Una pléyade de actores de poca monta, los llamados influencers o you tubers; el despotricador serial “anticasta política” Maslatón y su esposa, que vive de la casta, como empleada del alcalde porteño Rodríguez Larreta y como si esto fuera poco, la hermana del propio Milei, llamada por el mismo, “El Jefe”, lo cual revela que hasta el más genuino liberal, reconoce algún grado de autoridad y dependencia de alguien cercano? Mas un discurso largo, tedioso, que sólo levantaba aplausos con los gritos característicos de Milei. En el interín, “los otros liberales” Espert, Píparo y López Murphy, luchaban durante 9 horas, cuan gladiadores, contra las insólitas argumentaciones del Ministro de Economía Martín Guzmán.

Ahora bien, semejante despliegue populista, reivindicando explícitamente la presencia en las calles, versus la discusión presupuestaria en el Congreso, el ámbito institucional para el cual fue elegido Milei y para lo cual sí está preparado debidamente, denota parte del plan siniestro de Maslatón, un sórdido personaje de la política, de origen judío-sionista, simpatizante del peronismo, armador de una organización estudiantil liberal pero sobre todo, originariamente anticomunista y ex concejal de CABA por la Ucede oficialista (la alsogaraísta), la misma que se entregara como “prostituta” al menemismo en los ochenta. Esta vez, tras un largo receso de más de 2 décadas, donde amasara una enorme fortuna con las criptomonedas o bitcoins, parece estar intentando lo mismo que aquella vez: habiendo votado al kirchnerismo en 2019, para que no gane Juntos por el Cambio, por su supuesto carácter socialdemócrata, Maslatón le hace creer a propios y extraños, que esa jugada le permitió a Milei crecer exponencialmente por encima de todo y todos, siendo “la real oposición a la casta”, reproduciendo el modelo de organización política movimientista que creara el General Perón en contra del esquema típicamente europeo institucionalista de “comités de notables”.

Ese modelo supone, como me dijera explícitamente el legislador porteño lavagnista -hoy mileirista- Ramiro Marra, que mientras “todos tributemos a Milei” -erigido en un gran Zar -endeble emocionalmente por cierto-, puede haber multiplicidad de grupos “armando” en el interior del país, eligiendo fundamentalmente figuras mediáticas y hasta verdaderos/as “paracaidistas”, siempre y cuando agraden al Gran Jefe -o a su Jefa-.

Lo visto y lo afirmado, reproducen una vez más, una Argentina que se niega a morir. Bajo el formato de novedad, con la excusa perfecta de que la política nacional es el barro en estado puro, emergen líderes que dicen representar lo original, lo impoluto, lo diferente, incluso encarnando ideas, como las liberales -o libertarias aunque en clave demasiado “paleo”, conservadora o derechista-. El problema es que ellos mismos a medida que se van desprendiendo de viejos socios (como Espert o Rosales, supuestos “traidores” hoy a los ojos de este Milei versión rockstar 2.0), empiezan a rodearse y dejarse influir por nuevos oportunistas mediocres y adulones, que no trepidan en sumar sus “aportes” aprovechando su popularidad en likes o vistas de Twitter o Instagram.

Maslatón como un titiritero, logra como un sesentón fracasado, embaucar a millones de jóvenes embrutecidos o analfabetizados pero fanatizados conocedores de las redes y los bitcoins, pero sobre todo, al “León de la jauría”, aprovechándose de su debilidad emocional -por viejos traumas infantiles- de éste. Resulta llamativo -aunque no tanto-, que para desequilibrar a esta sociedad anestesiada, los argentinos hayan tenido que recurrir a un verdaderamente desequilibrado como Milei. 

Un Milei que psicológicamente, está lejos hoy del que era hace meses, por ejemplo en marzo pasado. Afable, simpático, siempre prestándose a una selfie, el de hoy luce malhumorado, exigido, nervioso, tal como se lo vio en el debate de candidatos en octubre.

Si esta historia termina bien o mal para el país, dependerá de nosotros. De los que aún creemos que el Congreso es una institución en la que pueden y no deben calentarse las sillas; de quienes concebimos que hay formas no populistas de no renovar la política; de los que pensamos que entre la mirada corta o miope que tienen algunos porteños digitando referentes y la nada misma, hay alternativas locales, federales, de reclutamiento o emergencia de nuevos liderazgos más democráticos.

Será, si triunfamos, la única posibilidad de resistir o ahuyentar al Oso. De lo contrario, aumentará el desaliento, insistirá en destruirnos y con ello, a la propia nación. Pero lo peor es que llevará al propio suicidio político a Javier Milei.