GUAYAQUIL: LA CIUDAD DE LOS LIBERTADORES

Es una de las ciudades más modernas y pujantes de América Latina,
sin ser capital de un país, lo cual no dejó de acarrearle no pocos conflictos en su vasta historia. La misma que la tuvo como epicentro del único encuentro -y más importante- entre los dos Libertadores de América: los Generales José de San Martín (argentino) y Simón Bolívar (venezolano), el 26 de julio de 1822.

Monumento La Rotonda

Como ya lo he documentado, en el verano de 2018, con mi novia Ekaterina, en auto, luego de un largo paso por la costa brasileña, hasta el norte y luego descender hasta el sudoeste, atravesando la selva amazónica hasta llegar a la frontera peruana, me dispuse a hacer una modesta recreación del viaje sanmartiniano, en la campaña del Perú del siglo XIX. El sábado 27 de enero cruzamos el límite, llegamos a Cuzco el lunes 29 y a Lima, el miércoles 31. Subimos hacia el norte bordeando la costa del Pacífico, pasamos Trujillo (ciudad de casi un millón de habitantes) y Talara (125.000 habitantes) y finalmente, arribamos a nuestro objetivo de Guayaquil, el sábado 3 de febrero por la noche. Permanecimos una semana allí, recorriéndola además de visitar su playa más famosa, Salinas (35.000 habitantes).

Con más de 3 millones de habitantes incluyendo zona metropolitana, Guayaquil, “la Perla del Pacífico”, fundada en 1547, como astillero y puerto comercial de la Corona de España, bordeada por el Río Guayas, ha sido fundamental como centro neurálgico de la economía ecuatoriana en su faz independiente, dada la relevancia de su comercio marítimo, actividad mercantil y progreso industrial. El 40 % de las 1.000 empresas más grandes de Ecuador, se halla radicado en Guayaquil. Además, canaliza el 80 % del comercio exterior de todo el país y como es obvio, al ser una ciudad tan bonita y con tanta variedad, recibe muchísimo turismo nacional e internacional.

 

BRASIL: UNA GRANDEZA CON PIES DE BARRO (PARTE I)

Vas por la ruta y podés detener la marcha del automóvil para refrescarte y tomar agua potable que sale de caños ad hoc al borde del camino, de la misma selva. O cortas los frutos de las palmeras y recogés bananas, a las que podés dejar madurar durante un par de semanas y luego, digerir sin problemas.

Es que Brasil, el segundo productor de bananas de este mundo, detrás de la India, con 18 millones de toneladas y una superficie sembrada de 500.000 hectáreas, es gigantesco por donde se lo mire.

En su superficie, pero también en sus vastos recursos naturales; en su riqueza mineral -y petrolera- y en su potencial alimentario; en su clima tan subtropical, tan abarcativo de regiones tan distantes, desde el norte y el centro hasta el sur, otrora templado. En el “debe”, no dejan de llamar la atención sus desigualdades tan marcadas: por ejemplo, en patrimonios económicos. En Sao Paulo, hay más helipuertos que en Nueva York o cualquier capital europea y no sólo por razones de tamaño urbanística. En Rio do Janeiro, conviven las realidades tan contrastantes de Leblon y Copacabana o Jacarepaguá con la Rozinha, a pocas cuadras.  Las geográficas y regionales son visibles. Rio Grande do Sul o Santa Catarina se parecen a la “Pampa Gringa” argentina pero difieren notablemente de los estados nordestinos, que se parecen, a Perú, Bolivia o Ecuador. En el centro, el verde que lo domina todo, en gran medida, respaldado por una humedad incesante. Ya enel plano político-institucional, ni hablar de la corrupción, ahora pública, gracias al “Mensalao” o el “Lava-Jato” y el archifamoso Juez federal Sergio Moro, nacido en Maringá, Estado do Paraná, hace 44 años. Transparentadas por la misma justicia que no dice ni dijo nada acerca de las largas décadas de dictadura militar, que se impuso desde los años sesenta y fue una de las más feroces y represivas del continente.

Un país, con supermercados inmensos -aunque con cajeras que apenas pueden sumar-, con obras de infraestructura como puentes y autopistas, también gigantes, con un empresariado que ha sabido defender sus intereses a lo largo del tiempo, aunque el resultado de dichas políticas, no hay sido finalmente, la realidad de un país desarrollado, sino sólo, “emergente”. “O mais grande do mondo”, pero emergente. Un Brasil, en el que me resulta difícil entender cómo trabajar como un alemán, cuando la misma naturaleza invita al ocio y el relax permanentes. Todo lo opuesto al esfuerzo y la disciplina moral que exige el desarrollo económico.

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