A 48 AÑOS DEL “MILAGRO DE LOS ANDES”

Aún teniendo 8 años y no habiendo jamás viajado en avión, me resultaba difícil entender que un aeronave que cayese, tuviera algún sobreviviente. No sé si todo era más sencillo antes de comprender o asumir aún si haberlo vivido o si éramos más dóciles u obedientes a lo que nos enseñaban nuestros padres y la propia escuela. Lo cierto es que fue enorme el impacto mediático -y como es obvio, la carga emocional- para mí y muchos ese 22 de diciembre de 1972, cuando nos enteramos que 16 jóvenes, que se presumían muertos, estaban finalmente vivos, tras la caída de un avión en plena Cordillera de los Andes.
El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, conocido popularmente como el «milagro de los Andes», ocurrió un VIERNES 13, sí, el viernes 13 de octubre de 1972, cuando el avión militar con 40 pasajeros y 5 tripulantes que conducía al equipo de rugby Old Christians integrado por alumnos del Colegio Stella Maris de Carrasco (Uruguay), se estrelló contra un risco de la Cordillera de los Andes en Mendoza (Argentina), a 3500 metros de altura, en ruta hacia Santiago de Chile.
Fueron 16 los supervivientes, ninguno de ellos tripulante:
Alfredo Daniel “Pancho” Delgado Salaverry, 25, cumplidos en la cordillera
Daniel Fernández Strauch, 26
Roberto Fernando Jorge “Bobby” François Álvarez, 21, cumplidos en la cordillera
José Luis Nicolás “Coche” Inciarte Vázquez, 24
Álvaro Mangino Schmid, 19
Javier Alfredo Methol Abal, 38
Ramón Mario “Moncho” Sabella Barreiro, 21
Adolfo Luis “Fito” Strauch Urioste, 24
Eduardo José Strauch Urioste, 25

En cambio, fueron 29 los fallecidos, incluyendo a los 5 tripulantes.
Francisco Domingo Abal Guerault, 21
Gastón Costemalle Jardi, 23
Rafael Echavarren Vázquez, 22
Coronel Julio César Ferradás Benítez, 39, piloto
Guido José Magri Gelsi, 23
Jorge Alexis Hounié Sere, 20
Teniente coronel Dante Héctor Lagurara Guiado, 41, copiloto
Felipe Horacio Maquirriain Ibarburu, 22
Graciela Obdulia Augusto Gumila de Mariani, 43
Julio Martínez Lamas, 24
Teniente Ramón Martínez Rezende, 30, navegante
Daniel Agustín Maspons Rosso, 20
Juan Carlos Menéndez Villaseca, 22
Liliana Beatriz Navarro Petraglia de Methol, 34
Esther Horta Pérez de Nicola, 40
Francisco Nicola Brusco, 40
Gustavo Diego Nicolich Arocena, 20
Arturo Eduardo Nogueira Paullier, 21
Eugenia Dolgay Diedug de Parrado, 50
Susana Elena Alicia Parrado Dolgay, 20
Marcelo Pérez del Castillo Ferreira, 25
Enrique Platero Riet, 22
Sargento Ovidio Joaquín Ramírez Barreto, 26, asistente de vuelo
Sargento Carlos Roque González, 24, mecánico
Daniel Gonzalo Shaw Urioste, 24
Diego Storm Cornah, 20
Numa Turcatti Pesquera, 24
Carlos Alberto Valeta Vallendor, 18
Fernando Vásquez Nebel, 20

Roberto Canessa, luego reconocido médico pediatra en Uruguay, describiría así el momento del impacto al periodista Jorge Abasolo, del Diario El Mercurio (en diciembre de 2007):
“Recuerdo un poco el impacto. Me golpeé la cabeza y además me quedó un ojo hinchado, el impacto no fue tan fuerte como debiera haber sido…el avión empezó a deslizarse y se fue frenando, así el golpe no fue tan intenso”.
A pesar de las dudas iniciales, los sobrevivientes pronto reconocieron y justificaron que habían tenido que recurrir a la antropofagia para poder sobrevivir. En un principio lo negaron, alegando que en Mendoza habían adquirido grandes cantidades de chocolates, conservas, queso y licores. Pero el hecho quedó al descubierto cuando los diarios chilenos El Mercurio y La Tercera de la Hora publicaron fotografías de restos humanos cerca del fuselaje, tomadas por el Cuerpo de Socorro Andino (CSA) y que no se habían dado a conocer. Los supervivientes se vieron obligados a dar una conferencia de prensa para hablar del asunto. Agradecieron profundamente la comprensión de familiares de los fallecidos, quienes los apoyaron en todo momento: “Ellos dijeron que menos mal que había 45 para que podamos tener 16 hijos de vuelta. Nos quieren como hijos. Supongo que en su yo más íntimo cuando nos ven piensan por qué sobrevivimos nosotros y no sus hijos. Es un sentimiento humano lógico”.
Dos meses pudieron sobrevivir en tales condiciones hasta que, habiendo agotado cualquier posibilidad de rescate, apenas se vislumbró el derretimiento de los hielos, una mini expedición compuesta por “Nando” Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín, exactamente el 12 de diciembre de 1972,  partieron en busca de auxilio.
Al creer en todo momento que se encontraban ya en territorio chileno, es decir, en el lado occidental de la cordillera andina, tomaron la errada decisión de caminar rumbo al poniente, teniendo que encarar el cruce del encadenamiento principal de los Andes sin medios, preparación, ni fuerzas adecuadas. Si la marcha se hubiese efectuado hacia las pampas argentinas, el esfuerzo habría sido muy inferior, pues allí el terreno rápidamente desciende hacia el oriente, logrando arribar a los primeros criadores de cabras y ovejas en un recorrido mucho más acotado y asequible.
En particular a unos 21 kilómetros en línea recta se encuentra el Hotel Termas del Sosneado que en aquellos días albergaba víveres y se encontraba custodiado por una persona con ayuda de la cual probablemente les hubiera sido mucho más fácil encontrar la civilización. La gran altitud del cerro Sosneado y la ubicación errónea facilitada por el miembro de la tripulación moribundo en la cabina, les desorientó completamente.
El tercer día de marcha, Vizintín se resbala y se lesiona, por lo que deciden hacerlo regresar. También le pidieron dejar su ración de carne, ya que el trayecto sería más largo de lo calculado.
Diez días después de partir de los restos del fuselaje, y habiendo caminado unos 55 km.
aproximadamente, llegan a la precordillera de San Fernando, al sector de Los Maitenes. Recorren un río para vadearlo por casi día y medio y no pueden lograrlo por la crecida del deshielo. Canessa comienza a sentirse enfermo, por lo que “Nando” debe llevar las dos mochilas. La carne que llevaban consigo comenzó a descomponerse rápidamente debido al aumento significativo de la temperatura de la precordillera.
Al amanecer del día siguiente, ven en la otra orilla a un “huaso” chileno que los observa. Nando intenta comunicarse con él pero el fragor del río no lo permite, entonces el huaso ata hojas de papel y un lápiz a una piedra y la lanza sobre el río, Nando a duras penas, por su debilidad, logra hacerle llegar un mensaje escrito donde dicen ser sobrevivientes de un avión siniestrado, el mensaje decía:
“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos? Al reverso, una última nota, con lápiz labial: ¿Cuándo viene?”.
El arriero quien resultó ser Sergio Catalán, entiende el mensaje, les lanza un poco de pan y se dirige al retén de Puente Negro a cargo de Carabineros de Chile con el capitán Courbis al mando, es el más próximo (a diez horas de marcha) y da la noticia. Luego de ello, una patrulla de Carabineros se dirige al sector y le brindan ayuda.
En aquel día del 22 de diciembre, los tres pilotos chilenos (García, Massa y Ávila) se preparaban para volar en un DC-6 a Punta Arenas entonces recibieron incrédulos la noticia de que habían aparecido sobrevivientes del avión uruguayo extraviado hace más de dos meses en la Cordillera. Se habían realizado por parte de la FACH, hasta suspenderse la búsqueda, 66 misiones sin resultados.
Tres helicópteros Bell se dispusieron para el rescate hasta el sector Los Maitenes de San Fernando aunque la visibilidad no era la adecuada, debido a la densa niebla. Apenas los rescatistas llegaron e interrogaron a Parrado y a Canessa, la niebla empezó a disiparse y entonces Parrado sirvió de guía a los helicópteros. La gran altura y la pendiente del terreno harían difícil el rescate, pensaban los pilotos, apenas llegaron al lugar del accidente, mientras los 14 sobrevivientes saltaban jubilosos y gritaban de alegría.
A pesar del estado famélico de los sobrevivientes, sólo pudo llevarse a siete de ellos, en ambos aparatos, al generarse sobrepeso que excedía en los límites de carga del Bell, evitando así un nuevo desastre en el lugar. El resto de ellos tuvo que permanecer una noche más en el lugar del accidente, aunque esta vez lo hicieron en compañía de miembros del equipo de rescate. Al día siguiente son rescatados los últimos sobrevivientes trasladándolos en helicópteros a Santiago para ser atendidos por médicos.
Uno de los miembros del equipo rescatista, que pasó aquella última noche entre los restos del siniestro, contaría más tarde: “El avión estaba partido y sin alas, el piloto aún estaba en su puesto, pero su cabeza había desaparecido y sólo quedaba el muñón de la columna asomándose por la ventanilla, había escenas de canibalismo evidente, ya que alrededor y debido al deshielo, dejaba entrever restos humanos”.
Los equipos de rescate contaron 11 cuerpos descuartizados y los demás en calidad de reserva. Los rostros de los sobrevivientes mostraban las penurias padecidas y un color amarillo-rosado extraño, con la piel pegada a los huesos.
La película “Viven” (Alive), estrenada en 1993, producida y dirigida por Frank Marshall y su esposa Kathleen Kennedy, protagonizada entre otros, por Ethan Hawke, Vincent Spano y Josh Lucas, entre otros, con John Malkovich como narrador, describió bastante ajustadamente a la cruda realidad, la experiencia sufrida por los rugbiers uruguayos.

Setenta y dos días pudieron sobrevivir esos 16 chicos uruguayos en los Andes. Habiéndolos atravesado varias veces en auto, bus y avión, desde mi primera vez en 1989, realmente considero el hecho como una verdadera hazaña -sobrehumana-. Lo que hicieron esos jóvenes para lograr superar a la muerte en condiciones tan hostiles, es materia de enseñanza en las Universidades del mundo. Por ejemplo, yo mismo, como Profesor, los ponía como ejemplos de liderazgo, motivación y trabajo en equipo en la Cátedra “Comportamiento Organizacional” en Segundo Año de la Licenciatura en Administración de la UNVM. Pero claramente, ellos no dependieron de la suerte. Decidieron salvarse y lo lograron.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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