ITALIA: CONTRA LA DEMOCRACIA O EUROPA?

Quedará para el análisis de la Política Comparada, si la nueva candidata a Premier italiana, Giorgia Meloni, es una versión 2022 de Alesandra Mussolini, nieta del “Duce“, sobrina de la actriz Sophia Loren, europarlamentaria y una de las fundadoras del Movimiento Social Italiano (MSI) que luego de su irrupción en los años ochenta, se reciclara en la “Alianza Nacional” de Gianfranco Fini. Como será objeto de discusión si el perfil de Meloni, es antiglobalista o contraria a la tan mentada Agenda 2030 o, si inaugurará un período histórico bisagra contra la cultura postmoderna y uno de sus gran íconos, el feminismo.

Quizás, en función de la guerra de Ucrania, interese más si la nueva líder italiana, decide rever la política exterior italiana en el seno de la Unión Europea, siendo que parte de su coalición con Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, es de tonalidad euroescéptica y en particular, si se opone o no, a las sanciones aplicadas a la Federación Rusa desde el 24F.

Todo lo demás está sujeto a interrogantes, porque los políticos de hoy no gozan del poder total y llegan a la cumbre del gobierno, en el seno de coaliciones o alianzas que suelen ser heterogéneas, por lo que, cualquier especulación que hagamos en torno a la identidad y/o ideología de Meloni, es prematura e incierta. Además, la política en Italia está plagada de ejemplos históricos de vaivenes en las trayectorias de sus actores, sobre todo en el mundo de la derecha y/o extrema derecha.

No puede decirse lo mismo del impacto de las declaraciones de la titular de la Comisión Europea, la alemana Ursula Gertrud Von der Leyen, quien advirtió el sábado pasado a Italia respecto a las posibles medidas que tomaría la Unión Europea en caso de que Italia votara como finalmente votó, lo cual demuestra que la opinión pública italiana pudo haber reaccionado con mayor ira en contra de Bruselas, optando por Meloni.

En última instancia, dependerá pues, de Meloni y sólo de ella, que emprenda un camino u otro. Una vez más, todo podrá medirse o evaluarse en términos de su propio liderazgo.

EL ULTIMO ADIOS

Antes de una nueva fase de la guerra de Ucrania y luego del sepelio de Isabel II, escribí estas líneas para la Revista Claves, dirigida por Alberto Costa:

Las desapariciones físicas de figuras públicas tienen diferentes significados. Marcan comienzos o finales de era, representan motivaciones especiales para sus pueblos respectivos o, simplemente, son el preludio de cambios más profundos que no conocemos de modo cierto, hacia dónde y cómo se encaminarán.

En pocas semanas, setiembre de 2022, será recordado por los fallecimientos de Mikhail Gorbachov y la Reina Isabel II de Inglaterra. Ambos longevos, el primero, como ex Secretario General del Partido Comunista y ex Presidente de la también extinta Unión Soviética desde 1985 hasta 1991 y “Su Majestad” británica, la de mayor duración física en la historia de su país.Ambos, nos dejaron siendo mayores de 90 años, siguiendo el gran aumento inédito de expectativa de vida de la época que vivieron y también, ambos, gobernaron Imperios, durante siete (7) décadas. La URSS de Gorbachov habría durado eso e Isabel reinó -aunque no gobernó- durante semejante período.

Más allá de las enormes diferencias institucionales, culturales, simbólicas y hasta personales, hay otras paradojas similares en las vidas políticas de estos sendos líderes. Como queda dicho, Gorbachov e Isabel estuvieron al frente de formatos imperiales, pero les tocó a ellos, despedirlos. 

No era la intención de Gorbachov plasmar acciones imbuidas de ideas, que llevaran al desenlace de la ex URSS, pero así ocurrió. En efecto, la “Glasnost”, la “Perestroika” y el “Nuevo Pensamiento” buscaban revitalizar, al “socialismo real”, fortalecerlo internamente y hasta globalizarlo más allá de Khruschev y Brezhnev. Sin embargo, apenas permitió que se expandiera, sin necesidad de la represión vía tanques soviéticos, la vieja gran utopía se desmoronó país por país, como un verdadero “efecto dominó”.

Isabel había nacido y sido educada para lo que sería y haría el resto de su vida hasta el jueves 8 de setiembre. Darle nuevo vigor a la monarquía de su gran país, como institución, mantener los lazos coloniales desde la metrópoli y conceder unidad en un contexto esperanzador a un reino conformado por tres naciones (y media): ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses.

Sin embargo, sólo habría un envión inicial, que le serviría para mantener una mancomunidad de 54 países, a duras penas sostenida a insistencia de paradiplomacia y un unitarismo que fue contradiciendo cada vez más las tendencias democratizadoras tardías de un Estado que evitó contagiarse dos siglos antes con la convulsión y el terror de la Revolución Francesa. Por último, a Isabel le explotaron en su propio rostro, como madre y suegra, los escándalos familiares de la Corona. Las aventuras extramatrimoniales de su hijo mayor Carlos -un solterón empedernido-, casado con Diana Spencer, una maestra de escuela, con familia plebeya aspirante a noble; las corruptelas de su propio marido Felipe de Edimburgo y otro de sus hijos varones, el ex “Principito” Eduardo; las rebeldías, traiciones y trágica caída de su nuera, ya explicitadas y difundidas por doquier; las de su propio nieto Harry y su esposa, la “ultraplebeya” Megan -y la lista sigue-. Todo ello se mantuvo precaria y artificialmente un largo tiempo, mientras ella conservó el temple para reinar sobre un pueblo de sencillos isleños, actores teatrales y navegantes.

Hoy, con Carlos III y una gestualidad inicial con sus sirvientes, que le empieza a jugar en contra, ante la opinión pública, dudando de su capacidad para tener el temple de su adorada madre, todo eso cruje y los aires republicanistas empiezan a soplar, adentro y fuera de las Islas.

La Unión Soviética fue, pero toda la torpe obra de Gorbachov, aún aplaudiendo su idealismo, resuena hasta nuestros días, incluso en la guerra de Rusia y Ucrania o en la de Azerbaiyán versus Armenia. El caos que siguió al final de la URSS, se asentó sobre promesas orales jamás cumplidas por quienes -defensores de “Occidente”- emplearon a Gorbachov para perpetuar sus intereses de la Guerra Fría en una era posterior que ya no tenía ningún peligro de antagonismo nuclear. Esa ambición desmedida de la OTAN llegó hasta las puertas del corazón de la civilización eslava, primero con Ucrania en 2004 y luego, con Georgia en 2008. Todo ello a pesar de las advertencias del propio Putin, heredero de la Rusia postsoviética. La guerra post Euromaidán en 2014 y su continuidad con el ejército ruso entrando al sudeste ucraniano, completan una película cuyo guión se venía escribiendo hace tres décadas. Gorbachov sería más recordado fuera de Rusia, reconocido y admirado en “Occidente” y, juzgado como “traidor” en su propio terruño.

Así, dos figuras emblemáticas del siglo XX, favorables a la paz mundial, nos dejan. Con sus aciertos y no pocos errores políticos, queda por verse si el mundo que les seguirá, será más o menos estable, más o menos conflictivo, más o menos convulsivo. Lo que va quedando claro, como gran lección de la historia, es que las grandes personalidades ayudan a construirla aunque no controlan los efectos de sus actos. Esta moraleja nos aconseja tornarnos prudentes, no aventurar más utopías regresivas y siempre preferir el camino de la reforma, adaptando nuestras instituciones al cambio. Será la mejor forma de recordarlos para las generaciones venideras, habituadas ya a la impaciencia y la vertiginosidad en el vacío.

KALININGRADO Y EL SUICIDIO EUROPEO

Hace unas semanas, Lituania decidió unilateralmente el cierre del transporte ferroviario de mercaderías a Kaliningrado, el enclave ruso ubicado sobre el Mar Báltico. Lo hizo tal vez para sobreactuar su castigo a la supuestamente agresora Rusia, por “la operación militar especial” iniciada el 24 de febrero pasado sobre territorio ucraniano. Ayer, la Comisión Europea se desligó de la medida lituana, afirmando que hará todo lo posible porque Vilna levante la medida. La decisión de Bruselas quizás represente más que nunca, la incomodidad creciente de los países líderes de la Unión Europea (Alemania y Francia), por plegarse tan acríticamente a los caprichos geopolíticos norteamericanos, despegándose así de los planteos de los Estados más rusofóbicos, es decir, los tres Bálticos y Polonia.
Es que Europa se está “disparando en los pies”. La UE, como “potencia civil” -diría Alberto Hutschenreuter- se ha opacado en favor de la supervivencia securitaria de una OTAN que hasta hace 2 años atrás, reconocido por el propio Macron, estaba “muerta de parálisis cerebral”.
Por ejemplo, como bien señala el joven César Sabas Fuentes en su Facebook, hablando en términos geocomerciales, Rusia, el proveedor histórico y seguro de energía barata para los europeos, aceptaba pagos en euros. En cambio, ahora, producto de las sanciones y el hostigamiento irracional de Estados Unidos, que tampoco puede asegurar el gas licuado en cantidad y tiempo, Europa tiene que comprar en dólares -y caro-. Primero, porque se ve obligada a triangular para esquivar las mismas sanciones que ella impuso a Moscú, por ejemplo, comprándole energía a India o Turquía. Segundo, porque los pagos a Rusia siguen siendo en rublos y desde ayer, el euro no sólo equiparó al dólar sino que hasta descendió un escalón más abajo de la moneda americana, por lo que la economía europea hoy es más vulnerable que nunca.
Por lo tanto, asoma oscuro el futuro mediato para el Viejo Continente, que políticamente en pleno verano, empieza también a vislumbrar inestabilidad política -ya cayeron 3 gobiernos (Gran Bretaña, Estonia y Bulgaria) más uno (Francia), donde Macron perdió la mayoría parlamentaria, aunque resiste que le cambien a su Primera Ministra (Elisabeth Borne). Más oscuro parece el panorama cuando se observa el regreso de la inflación tras 4 décadas, por ejemplo, en España, la mensual más elevada desde 1985.
Todo lo cual sumado a la perspectiva de un otoño y un invierno crudo, sin abastecimiento normal de gas (y calefacción), en el -tal vez- peor contexto de las últimas seis décadas, que podría caldear los ánimos de la población del Viejo Mundo, ya sumida en desesperanza y desasosiego desde la pandemia de Covid-19. Llegará el día en que los líderes europeos, sopesarán este elevado costo que había que pagar a raíz de Ucrania? No será hora de sentarse a negociar finalmente con Rusia? O esperarán a que las elecciones de noviembre en Estados Unidos, terminen de “sepultar” a Biden y los “halcones” del Partido Demócrata?

MILEI-MASLATON: EL QUIEBRE

En las últimas semanas, Javier Milei cometió todo tipo de dislates discursivos y logísticos y descendió notoriamente en las encuestas. Justificar la venta ilegal de órganos -prohibida en todo el mundo-, la libre portación de armas -en un país como éste, con una insuficiente madurez educativa- y organizar actos hace un par de semanas, en el conurbano bonaerense (Gerli) y hoy, en Córdoba Capital, con “derecho de admisión”, que fueron sendos fiascos, por la poca o nula masividad, fueron sólo algunos de dichos errores. Producto de ellos, ante una opinión pública hipersensible, de pronto, el otrora”León” de hace unos meses, se transformó en un “gatito” inofensivo.

Bajo el influjo de su hermana “demasiado afín”, haciendo “buenas migas” con el ex “armador” de Domingo Cavallo en 1999,  Carlos Kikuchi, de origen japonés, un periodista -más RRPP que lo anterior-,  Milei centralizó en ellos toda la “campaña”, desplazando al eje protoperonista de “La Libertad Avanza”, es decir, la dupla de los legisladores porteños Eugenio Casielles y Ramiro Marra más el abogado bitcoinero y ex concejal, autopercibido “puntero gratuito” Carlos Maslatón y los “twiteros”.

Desde estas páginas hemos sido particularmente críticos con todo esta estructura que nunca fue tal o, que en todo caso, fue demasiado monárquica y verticalista pero desorganizada, lo cual le hizo perder a Milei, desde setiembre de 2021, debates televisivos, puntos esenciales en la elección legislativa de noviembre y el alejamiento definitivo del centro electoral, esencial para aspirar al ballotage de 2023. Tal “derechización” de Milei, bastante incoherente por cierto, al embanderarse el diputado en febrero de este año con la causa de Ucrania, se vio rematada con dos decisiones de la dupla Karina Milei-Kikuchi: una, el armado nacional bajo el viejo Partido Demócrata (de tinte rancio conservador aunque de dudosos papeles en regla) y otra, la formación de alianzas con partidos provinciales, que actuaron como satelitales durante la dictadura militar, por ejemplo, el bussismo tucumano.

Semejante desprecio de Milei por la tradición liberal -pero también por la libertaria, a la que siempre usó con bastante ignorancia- no pudo disimularse aunque la familia Benegas Lynch, de prosapia en el liberalismo argentino, pero demasiado antiperonista y pro-Juntos por el Cambio, lo bendijera. Con el tiempo, lo que veíamos hace meses respecto a una radicalización de los entusiastas por el diputado -bastante poco laborioso en ese rol-, se fue confirmando tristemente. Asesorado por el idóneo sin título universitario alguno, el gay Alvaro Zicarelli, su apoyo reciente al perdedor de la elección presidencial colombiana, un anciano dirigente misógino, violento y realmente populista, sumado al show conservador montado en Brasil, al lado del hijo de Bolsonaro -cuyo padre marcha segundo cómodo en las encuestas para el comicio de octubre-, no hizo más que coronar tal derrotero frustrante.

Tras su viaje en abril-mayo pasado, junto al ex Embajador Mariano Caucino, por Israel, Armenia, Georgia y Rusia, Carlos Maslatón ha decidido enfrentarlo. Conocedor de todos sus secretos -y sus trampas- el ex dirigente de la Ucede y UPAU en los ochenta, creador del estilo “barrani”, el gran rebelde de la cuarentena de 2020 y que se jugara por la causa rusa como ningún dirigente político en la Argentina, ha resuelto pedirle internas, intentando que recapacite y se aleje del nepotismo. Lo veo improbable pero si de algo estoy seguro es que el lugar de “antisistema” que Milei ocupó coyunturalmente, hoy está vacante y seguirá así si nadie puede erigirse en la figura que canalice el malestar latente del argentino medio.

Será Maslatón quien lo ocupe? Anticambiemita y enemigo de los radicales desde hace 4 décadas, aunque nada “gorila” ( o sea, antiperonista), posee a su favor, la cuota de realismo político y experiencia organizativa de la que carece el 90 % de los políticos que aspiran a representar las ideas liberales y/o libertarias.

Encuentro casual con Maslatón en el Edificio Kavanagh, CABA, diciembre de 2021.

De seguro, si fuera él, tendrá que exigir y autoexigirse el cumplimiento de varias condiciones. Insisto en el punto: si deseara hacerlo. Porque será clave corregir el error básico de Milei: éste jamás prestó atención a la necesaria institucionalización y nacionalización de una estructura partidaria única y novedosa en el escenario político, incluyendo por qué no a José Luis Espert, que lo proyecte de manera competitiva de cara al 2023. Aún hay tiempo.

Cena con Maslatón y mi amigo Julio Nieto, CABA, enero de 2021.

Aquí la nota que le dio a Julio anticipando su interés por candidatearse hace más de un año, en el cual, incluso se animó a hablar de Maradona y el amor a la patria, entre tantos tópicos abordados.

“FORTALEZA SITIADA”

“No hay problema, estamos habituados a que nos agredan y saldremos de esto, victoriosos”. Lo escuché de alguien -ruso- cercano en 2014 y lo volví a leer en las mentes de los miles con los que me crucé cada mañana de abril, fría pero con sol en la que recorría la Plaza Roja y alrededores.

No sirven las 8 baterías de sanciones occidentales desde 2014 hasta febrero pasado, más las 6 desde el 24 del segundo mes del año hasta hoy. Parece ser infructuoso también el camino de la censura de canales RT y Sputnik en la Unión Europea, más la prohibición de blogueros rusos/as en You Tube y otras redes. Ni hablar de las cancelaciones a artistas, bailarinas, conciertos, seminarios sobre escritores y demás actividades culturales alusivas a Rusia en todo el territorio del Viejo Mundo. Miles de años de civilización eslava arrojados al basurero, por obra y gracia de un castigo ejemplar y único que nadie se atrevió a darle a americanos, chinos, turcos, israelíes u otros pueblos igual o peores transgresores de las normas internacionales a lo largo de décadas. Hasta los deportistas rusos, una vez más, sufrieron la vindicta europea. Tenistas destacados excluidos de Abiertos importantes; Grand Prix de Fórmula Uno en suelo ruso, excluido del calendario de la máxima categoría del automovilismo mundial; gimnastas premiados, luego desclasificados, sólo por mostrar la bandera rusa o algún símbolo alusivo a la guerra, como la famosa “Z”.

Nada parece importarles a quienes caminan por las calles. Tampoco a los mozos de los bares que frecuentaba ni a los administradores del hotel, que saben triangular el cambio de euros o dólares por rublos y hasta eludir la prohibición de Western Union. Sobran los países vecinos, dispuestos a ayudar a Rusia. Georgia, que aprendió la lección de agosto de 2008, los centroasiáticos, la propia Turquía, que abre su espacio aéreo a aerolíneas rusas.

Asoma sí, un tanto decepcionante la actitud de hace varios años atrás, juzgada hoy como un tanto “ingenua” respecto a “Occidente”, cuando se decidió entre uno de los 3 sectores en los que básicamente se divide la coalición putinista de gobierno, que era mejor depositar algunas de las reservas o fondos soberanos rusos, nutridos incluso de ahorros de los propios contribuyentes del país, fuera del mismo, en bancos y compañías financieras europeas en particular. Tal vez, y en contra de las advertencias eurasianistas y ciertas dudas de los “nacionalistas moderados”, los liberales esperaban así, una respuesta positiva en torno de las posibilidades rusas en el capitalismo en el mediano plazo.

Queda expuesto ahora que la supuestamente hipervalorada seguridad jurídica no es significación en sí misma, como se pensaba hasta hace poco, ni siquiera para los propios occidentales que la pregonaron tanto durante tanto tiempo, sobre todo, como requisito para reformas estructurales en los países emergentes. Es evidente, una vez más, que los principios se acomodan a las conveniencias coyunturales y que ahora, usufructuar los fondos soberanos de un país, con la excusa de su intolerable agresividad, es legítimo, además de legal. Claro, el problema es a futuro: con este fenomenal atentado a la propiedad privada (de todo un país), que por estas horas, en Davós, debiera prepcuparle a más de uno de los allí presentes, se sienta un gravísimo precedente que hiere de muerte a todo el sistema financiero global. 

Duele sí la actitud ucraniana: tanta mentira y tanta traición. La propaganda de las primeras semanas hasta el episodio de Bucha, el colmo del descaro y la manipulación, revelan que los antiguos ex hermanos están dispuestos a todo, con tal de vender su poca dignidad ya a estadounidenses y polacos, entre otros. Aclaro: ucranianos del oeste, los de la ex Galitzia, porque los del sur y del este dejaron de serlo espiritualmente ya hace tiempo y la demostración es que saludaron como “liberadores” a los soldados rusos incluso antes de la caída de Mariúpol la semana pasada.

Duele el “bullying” a niños y niñas hijos e hijas de rusos que viven en Europa, que tuvieron que sufrir improperios, insultos, vejámenes morales de todo tipo, por ser meramente ciudadanos de un país que sólo intentó defender su interés nacional. Se han quemado banderas americanas frente a las embajadas pero jamás nadie osó tocar a un ciudadano americano, haciéndolo corresponsable de un crimen o un ataque o un bombardeo desde los ’60 hasta Afganistán 2021. Con los rusos pasó eso y mucho más. Muchos se atrevieron a mancillar gratuitamente el honor ruso, además claro, de destruir cementerios de soldados soviéticos muertos en la II Guerra Mundial en las grandes capitales de Europa Oriental.

Sin embargo, para enfrentar el presente desafío, Rusia tiene una ayuda extra especial: el peso de la religión. En efecto, la Iglesia Cristiana Ortodoxa, con su reflorecimiento a partir de 1992, tras décadas de ostracismo, le da cierta ejemplaridad histórica a Moscú como la “Tercera Roma”, la diferencia sustancialmente de la decadencia europea, puesta en evidencia una vez más en el último Festival de Eurovisión -una verdadera puesta en escena para favorecer adrede a la representación ucraniana- y, la fortalece en el temple y estoicidad necesarios, para resistir cualquier contraatatque y trampa que le tejan el eje Washington-Bruselas.

De todo ello, emergerá no una Rusia más débil, sino una más unida. No una Rusia más enfrentada a su poder nacional, sino una más cohesionada en torno a él. No una Rusia menos agresiva e indiferente, sino una más sensible y ofendida con todos. La peor cara de Rusia que pretendían, ahora la tendrán por mucho tiempo: la de la “fortaleza asediada”. Preparémonos. Han despertado al oso.

ALGUNAS NOTAS MAS SOBRE LOS 2 MESES DE LA GUERRA EN UCRANIA

EN CARAS Y CARETAS, EN EL MES DE ABRIL

REPORTAJE DE “LA CAJA NEGRA”

EN GLOBAL OVERVIEW, TAMBIEN EN ABRIL PASADO

PRIMERA NOTA PARA C5N, DESDE MOSCU

LA NOTA EN LOS ESTUDIOS DE RT MOSCU, TAMBIEN EN ABRIL

EN EL REGIONAL DE VM, EN MAYO

SEGUNDA NOTA PARA C5N SOBRE EL PROBLEMA ENERGETICO ENTRE RUSIA Y LA UE

EN TELESCOPIO DE SPUTNIK, EN MAYO

ENTREVISTA EN RADIO UNRC

EN EL NOTICIERO DE RT, NUEVAMENTE EN MAYO

EN EL NOTICIERO DE RT, EN JUNIO

EN EL DIARIO “EL HERALDO” DE BARRANQUILLA (COLOMBIA)

EN LA REVISTA “SEMANA” DE COLOMBIA

HOPMAЛЬНО (NORMAL)

Aprovechando Semana Santa, para facilitar mi licencia universitaria y no perder tantos días de dictado de clases, me aboqué a viajar durante este momento histórico singular de la guerra en Ucrania, a Rusia. Quería verificar in situ, si bien el conflicto no está físicamente centrado allí, el grado de veracidad de la información que venía -y viene- de los medios occidentales sobre la realidad económica, social y política rusa. Moscú fue el epicentro de mi travesía, si bien era plenamente conciente de las dificultades que acarrearía, con ahorros propios, comprar el pasaje (desdoblado) hasta dicha capital, considerando las sanciones formuladas e implementadas por la Unión Europea y Estados Unidos contra Rusia por su “operación militar especial” del 24 de febrero en Ucrania.

Primero, el hecho de que ho hay vuelos directos desde Ezeiza hasta Moscú, lo cual obliga a adquirir el pasaje, como era habitual hasta 2019, vía otro trayecto desde cualquier capital europea. He aquí que el espacio aéreo europeo está vedado a las aerolíneas rusas o europeas con destino a Rusia. Los únicos aeropuertos abiertos desde “este lado del mundo”, son Belgrado (Serbia) y Estambul (Turquía). Este bloqueo incluye a los buscadores locales como Despegar.com o similares, que impiden desde aquí o desde Europa, hallar vuelos indirectos desde aquellas ciudades en dirección a Moscú u otras urbes rusas.

El segundo problema, es la falta de disponibilidad de tarjetas de crédito, tanto para comprar vuelos desde aquí como desde Europa, con destino a Rusia, cuando no, el uso de éstas en ese país. Tristeza daba ver a los comerciantes de negocios de souvenirs moscovitas cuando el último día de mi estadía en la capital, quise llevarme algunos llaveritos, imanes y demas recuerdos simbólicos, a modo de regalos para mis amigos/as y mis plásticos no funcionaban. Aunque sí operasen los de turistas chinos y centroasiáticos, de bancos rusos o de sus respectivos países, claro. Lo cual revela cómo la economía rusa sigue globalizada: “desoccidentalizarse”, no significa necesariamente “desmundializarse”.

Respecto a ese punto, está claro que el rublo volvió a su precio anterior al 24 de febrero, luego de haber caído frente al dólar de manera notable y haber estado suspendida la Bolsa de Valores moscovita durante un mes. Hoy se habla de un “superrublo”, ya no a 80 rublos el dólar como cuando estuve hace un par de semanas (del 10 al 24 de abril), sino a 66,50 rublos por la moneda estadounidense. Con reservas en oro, sin haber perdido tantas desde el bloqueo de cuentas -de un Estado soberano-, algo absolutamente ilegal y que sienta un pésimo precedente para el futuro del capitalismo, con la legalización de las criptomonedas y un manejo fiscal más que ortodoxo, Rusia pudo -y puede- afrontar incólume las baterías de sanciones post Euromaidán 2014 pero también las seis que lleva aplicándole “Occidente” desde el mismo 24 de febrero.

El título de la nota refleja entonces, la normalidad de la situación. El frío abril que me tocó vivir en Moscú, no se correlaciona con la habitual actividad de los rusos, como si no fuera un país en guerra. Protestas nulas, carteles o banderas o alusiones al conflicto, con la famosa “Z”, prácticamente inexistentes, los rusos caminando, tomando sus cafés itinerantes, desarrollando sus vidas comunes tan ordinarias como los vi en mis tres viajes anteriores (2010, 2011 y 2016). El mismo movimiento en el metro, con sus 9 millones de usuarios; un similar consumo en bares, restaurantes, supermercados y hasta hoteles, con turistas no europeos esta vez, pero sí turcos, chinos y centroasiáticos, con idénticos niveles de abastecimiento de productos. Las fotos que tomé en mi tienda habitual, la Азбука Daily, hablan por sí sólas, acerca de cómo el bloqueo europeo no es tal.

 

En los shoppings como Ojotny Ryad y GUM (ГУМ, Главный Универсальный Магазин, en ruso), tampoco se ven señales de un país “sufriendo” una “economía de guerra”. Muy pocas casas de ropa de alta costura, comidas rápidas, etc. han cerrado sus puertas y lo han hecho con no pocos productos en su interior, sin atención al público, pero con insólitos carteles en sus puertas, donde admiten cierres transitorios y “por razones técnicas”. Además, llama la atención por qué algunos sí y otros no. Por ejemplo, tienen clausuradas sus actividades Starbucks y Mc Donalds pero está abierto Kentuchy Fried Chicken. Está cerrado Chanel pero Valentino está funcionando de manera normal y así sucesivamente.

A una cuadra y media de la Plaza Roja, solía recorrer la Avenida Tverskaya, con su movimiento habitual, pletórica de autos de alta gama, corriendo a velocidades increíbles, con los famosos túneles peatonales para evitar el esquive y potenciales accidentes como las patinadas en la nieve invernal. Otra muestra más de la grandeza de esta megalópolis de 12 millones de personas.

Lenin al lado de Valentino 

Algunos días de mi permanencia de 10 días en la capital rusa, fueron muy fríos, con temperaturas oscilantes entre 3 (mínima) a 8 grados (máxima), algo ilógico si se considera que estábamos ya en primavera, por lo cual no era muy visible en esas jornadas grises, la presencia de demasiada gente en las calles, excepto en el concurrido subterráneo, las oficinas de trabajo o los bares, donde llama la atención la elevada calefacción. Téngase en cuenta que existe un fácil acceso y distribución del gas natural en dicho país, a un bajo costo, igual que el suministro de nafta o gasolina para el transporte público y los vehículos particulares.

Tal vez, precisamente, producto del encono que generaron las sanciones, la Administración Putin haya ejecutado la necesidad del pago en rublos del gas ruso a los países de la Unión Europea, tratándolos de “hostiles”. La posibilidad de que no puedan reemplazarlo con fuentes alternativas en el corto y mediano plazos, en caso de que se negaran a abonar en moneda rusa, los expone a varios Estados, incluyendo los ya sancionados Polonia y Bulgaria, a la posibilidad de tener un invierno próximo muy duro, si es que Moscú les interrumpe el suministro, como ya lo ha anticipado.

En cualquier caso, mi breve paso por Moscú 2022, fue una ratificación de la “alegoría de la caverna” a lo Platón, en la que vivimos sumergidos a diario, engañados por los medios de comunicación occidentales. Un mundo de prejuicios y hostilidad rusofóbica, insinuándonos una Rusia imperialista que sufrirá por los efectos de las sanciones de Bruselas y Washington, que la condenarán a un destino de Corea del Norte y una observación personal, totalmente contraria a tal mitología. Un país digno, que equivocado o exagerado en su reacción, intenta seguir viviendo en la normalidad, sin resignarse a perder su nivel de vida, el mismo que le costó tanto recuperar y mantener durante estas 3 últimas décadas de capitalismo y “democracia tutelada”.

EN EL CORAZON DE EURASIA

Domodyedovo, uno de los tres aeropuertos más importantes de Moscú, capital de la Federación Rusa, con más de 12 millones de habitantes. Jueves 21 de abril, 21 hora local. Lleno total de pasajeros esperando en las salas contiguas a la salida del vuelo de Uzbekistán Airways, rumbo a Tashkent (2,6 millones de habitantes). Llama la atención la gran cantidad de hombres jóvenes y de mediana edad, sentados y parados o dando vueltas, en la estación aérea, pero también por contraste, el poco número de mujeres: las había más guardias rusas en Migraciones o controles aduaneros y fitosanitarios que viajeras.

Un panorama similar vería durante la escala técnica de Tashkent, la capital de Uzbekistán (36 millones de habitantes), aunque con un par de diferencias. Allí ya empiezan advertirse mujeres, incluso turistas americanas y europeas pero también diviso las primeras musulmanas con hijab y los hombres de túnicas blancas. Ahora sí estoy en pleno corazón de los Estados centroasiáticos (además del país visitado, Kazajstán, Kirguistán, Turkmenistán y, Tayikistán), incluyendo la nueva Franja y Ruta de la Ruta de la Seda. Las influencias islámicas se perciben en el aire a pesar de un “duty free” con productos autóctonos pero también globales y por supuesto, a diferencia de la Rusia sancionada por europeos y americanos, a propósito de la guerra de Ucrania, en el aeropuerto uzbeko, se pueden usar todas las tarjetas de crédito de bancos extranjeros.

Si esa mezcla de modernidad con antigüedad y tradición me resultan impactantes, mucho más lo será en Estambul, mi primera (de ida) y mi última parada (de regreso), antes de abordar el avión de Turkish Airlines que me depositaría en Ezeiza el domingo 24 a las 22 horas de Argentina. La ciudad más relevante de Turquía, aunque no su capital, Estambul, es una urbe exótica y atrapante por donde se la mire. Salvando las distancias físicas y culturales, la antigua Bizancio o Constantinopla, es una suerte de Nueva York musulmana.

Nuevamente varones sólos por doquier, bebiendo en los bares, sin presencia femenina, ni siquiera como mozas, cenando en los restaurantes, con algunas esporádicas parejas y familias, con sus integrantes hablando en voz alta en las calles. Sí, las mismas, de poco ancho, por las que circulan a altísima velocidad y de manera caótica, taxis modernos y motos. Esa anarquía en el tránsito, cualquiera la ve en diferentes arterias de la ciudad, ya sea en los barrios más céntricos, como cercanos a la costanera del Mar de Bósforo. La misma rambla donde se agolpan los turcos que gritan a viva voz para atrapar europeos o latinos en los ferries que hacen tours por el célebre Estrecho, donde entre otras, se filmaran películas de la saga de James Bond como “The World is Not Enough” (1999) y “Skyfall” (2012).

Es que los turcos, hábiles vendedores, enseguida captan al caminante desprevenido, hablándole en el idioma que sea, con tal de atraerlo hacia el punto de consumo que los concentra, por ejemplo, la venta de alfombras. La sóla referencia de Rosario, donde han proliferado estos talentosos comerciantes milenarios en la famosa Calle San Luis, ya captura la atención de este distraído transeúnte, mientras regresaba al hotel. Una hora y media o dos, le llevó al vendedor (Nadine), junto a su hermano, casado con una rosarina de Funes, intentar convencerme de las bondades y precios de las alfombras que ofrecía, con todo tipo de artilugios.

Así es Turquía. Así es Uzbekistán. Apenas horas o días, me permitieron adentrarme por primera vez, en este otro mundo al que nunca pensé en conocer. Países que buscan su inserción internacional, ya sea, el primero en la Unión Europea -además de integrar la OTAN- y el segundo, en la Unión Económica Euroasiática (UEEA), de la mano de Rusia, aunque es dable reconocer también su sólido vínculo con China y la propia Turquía. Una región donde a diferencia de Europa o el mundo anglosajón-germánico, uno de cada tres habitantes, es menor de 14 años.

Son países que me enseñaron que el dinamismo demográfico y comercial está allí, en esa parte del mundo, el mismo que nos dimos el lujo de desconocer, incluso en la academia, durante décadas. Donde pueden ondear banderas nacionales por doquier, pero que al mismo tiempo, no trepidan en globalizarse mostrando a los turistas internacionales, las bondades de sus aerolíneas y sus comidas típicas, con un packaging ejemplar.

Me demostraron que es absolutamente compatible preservar la identidad nacional con la adaptación global, sin resignar el núcleo cultural propio. Esa ya es un interesante lección que me traje de aquellas lejanas regiones.

PANEL SOBRE LA GUERRA DE UCRANIA EN LA UCALP

Junto a Alberto Hutschenreuter y Mariano Caucino, entre otros connotados panelistas, incluyendo algunos académicos de origen ruso (como Victor Jeifets y Stanislav Tkachenko, participé invitado por la Universidad Católica de La Plata (UCALP) a una jornada de debate sobre la guerra de Ucrania, el día viernes 25 de marzo pasado.

A LOS RUSOS, EL MUNDO NO LOS ENTIENDE

Ayer, tanto el Pentágono americano como el espionaje británico, difundieron la noticia de cierta desinformación y mal asesoramiento en torno al Presidente Putin, queriéndolo convertir en un líder acosado del síndrome o “efecto Potëmkin”. La respuesta del Kremlin no tardó en llegar. Hoy, el vocero del Kremlin Peskov fue enfático respecto a que aquellas usinas del poder occidental, que no casualmente están -tras bambalinas- desde fines de 2021, “fogoneando” a Kiev en contra de Moscú, no entienden al Presidente Putin pero tampoco el mecanismo de toma de decisiones ni el estilo de trabajo del máximo nivel de autoridad en el Kremlin.

Tampoco es ilógico este proceder de la cumbre del poder occidentalista-transatlántica, la misma que está empeñada en sobrevivir aunque los valores del llamado “Occidente”, sean cuestionados desde adentro hace ya tiempo, porque se trata de dos grandes enemigos históricos de Rusia. Uno (Estados Unidos), desde los tiempos de la Guerra Fría, aunque luego, de la caída de la URSS, simulara alguna “amistad” con la Rusia de Yeltsin, tal vez en correspondencia con la debilidad y humillante carácter que ésta presentaba. El otro (Gran Bretaña), archirrival desde mucho antes, tal vez, para poner una fecha, el siglo XIX, empeñándose en frustrar los planes geopolíticos del viejo Imperio zarista, por ejemplo, en Crimea. Allí también cabe mencionar otra excepción: el breve período de conveniencia, matizado por una enorme desconfianza, de 1942-1943, cuando, como documentó sobradamente el periodista británico Alexander Werth, en ocasión de la invasión nazi a Moscú y en virtud de la necesaria defensa aérea de Londres, Churchill recordó que los soviéticos podían serle útiles a sus planes nacionales. Hoy, ambos, norteamericanos y británicos, convergen en sus viejos odios al corazón de la última civilización cristiana en pie, apoyando a una Ucrania (al menos, a su mitad pro-polaca-lituana), que se victimiza y manipula a los poderosos, excepto a su “hermano del alma”.

Sin embargo, este nuevo ataque de esa alianza transatlántica que quizás se niega a ver que el centro del poder mundial gira al sudeste asiático o, tal vez porque precisamente lo ve, al menos intenta retener para sí, gran parte de Europa, intentando dividir el frente ruso, no es novedoso desde la perspectiva rusa, con una experiencia milenaria. Los rusos saben que el mundo, no sólo los americanos y los británicos, no lo entiende desde hace tiempo. Como subraya Iver Neumann, cuando los europeos enviaban a sus primeros diplomáticos a Moscú allá a finales de la Edad Media y pretendían que el Zar, quien se autopercibía él mismo, enviado de Dios a la Tierra, reconociera a sus reyes mundanos o, cuando el francés Marqués de Custine, en apenas tres meses de 1839, apenas conociendo la “culta” San Peterburgo, dibujó para Europa y el mundo entero, incluso por los siglos venideros, una imagen de Rusia, como pueblo bárbaro, brutal, despótico y plagado de siervos, que sólo contenía una apariencia o fachada occidental.

Claro, Custine no se tomó el trabajo ni el tiempo de recorrer semejante mundo en sí mismo, de ese país-continente, su diversidad cultural, su idioma tan complejo, sus claroscuros históricos, su enorme riqueza incluso climática. Como tampoco lo han hecho todos los extranjeros que pisaron Rusia desde aquellos años en adelante. Es más fácil remitirse a la trillada frase de Churchill, citándola pero jamás adentrarse en ese acertijo, misterio o enigma que es Rusia. Es más fácil prejuzgarla, llenarla de estereotipos hollywoodenses, castigarla como se hace ahora con las sanciones occidentales, pero jamás interpretarla de acuerdo a esa enorme sensibilidad humana, para lo bueno y para lo malo, que poseen sobradamente los rusos.

Ojalá esta guerra de Ucrania cambie algo ese destino. Creo que la cancelación de la cultura rusa que se está observando en el mundo pero también el bullying virtual (y real) al que se ven sometidos muchos rusos a lo largo y ancho del planeta, no son buenas tendencias en aquel sentido. De seguir siendo así, ese sexta parte de esta Tierra, que es Rusia, se aislará mucho más aún, tal vez, como nunca antes en la historia, volviendo a creer que el resto de los seres humanos no rusos, no los entendemos ni entenderemos jamás.

Pero ésta será una mala noticia, no sólo para ellos, sino para nosotros mismos, porque nos privaremos de todo lo que ellos pueden crear y entregarnos, desinteresadamente, como lo han hecho a lo largo de siglos. Sólo que esta vez, si Europa, cuando tengan un Napoleón u otro Hitler o quizás, los musulmanes, golpeando las puertas de Viena, y busque la ayuda rusa, ya no la americana, para que la defienda, dudo que la encuentre.