PERU: DONDE LOS HOMBRES NO LLORAN

Aunque nos haya aturdido toda una madrugada, descubrimos una noche de brisa marina, una hermosa canción de la novedosa cumbia peruana (no muy diferente de la argentina, ya sea bonaerense o santafesina), “Porque un hombre no llora”, en un recital público en la playa de Chala (en la región de Arequipa, provincia de Caravelí). Además de verificar allí la forma especial -y diferente respecto a los brasileños- de vivir su alegría, nos percatamos que esa actitud de afrontar y resistir de una forma honorable y hasta orgullosa, era no sólo machista, sino identitaria del propio ser peruano.

Bien justifica entonces, servir de titular para estas reflexiones acerca del presente de tal país, luego de haber estado allí varias semanas este inicio de año, tras nuestra primera visita en 2016. Adicionalmente, nos sirve para describir al pueblo peruano, de una manera diferente a la usual como la conocemos en Argentina -y España-, a través de personajes como Mario Vargas Llosa, que hace tiempo, ha dejado de ser un peruano genuino, para convertirse en un trotamundos cosmopolita, que pasea de vez en cuando por Miraflores, el barrio más coqueto y europeo de Lima.

Aquí, precisamente, les presento la versión musical de la canción citada por parte de “Los Caribeños de Guadalupe”, que de manera increíble, he descubierto, también interpretan canciones como la genial “El embrujo” del grupo cumbiero argentino (santafesino) “Los Palmeras”. Lo paradójico es que la canción, la más escuchada en las radios peruanas en 2017, fue interpretada por primera vez, por Esaud Suárez, el cantante oriundo de Iquitos, que lideraba la banda peruana, hasta su partida a “Los Tigres de la Cumbia”. Suárez escuchó tal canción por primera vez en portugués, durante una estadía en Brasil y decidió llevarla a Perú, donde empezó a interpretarla en español, en forma de bachata. Todo ello revela lo integrados que estamos los pueblos latinoamericanos a partir de la globalización musical, no obstante que permanezcamos cerrados o autárquicos en otros campos.

A Perú, ingresamos el sábado 27 de enero por la tarde, tras atravesar la frontera oriental del país incaico con Brasil. Acabábamos de dejar atrás Assis, en el Estado de Acre, con unos 7.000 habitantes, la localidad brasileña limítrofe con Iñapari, el pueblo peruano del Departamento de Madre de Dios, con unos 1.500 habitantes. Ambas están ubicadas en pleno corazón de la Amazonia, aunque ya a esa altura, la densidad verde y fluvial de ésta, disminuya sensiblemente. Por allí, pasa la Carretera Interoceánica Sur (también denominada Transoceánica o 30C), que une Sao Paulo, la megalópolis brasileña con Lima, la histórica capital peruana.

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SANTA FE: NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA

Cada 15 de noviembre me acuerdo de mi Santa Fe de la Vera Cruz natal. Es su fecha aniversario, desde que la fundó accidentadamente ya en 1573, el español vizcaíno Don Juan de Garay en un paraje que hoy corresponde a Cayastá, desde donde tuvo que ser desplazada hacia donde está en la actualidad, rodeada de agua (Laguna Setúbal y Río Salado), por las constantes invasiones de los indígenas, las plagas de langostas y las inundaciones.

Pero viví allí sólo mis primeros 5 años de edad. Por qué si fue tan poco tiempo, guardo tantos recuerdos? Por qué si prácticamente nadie me conoce allí ya, y se han muerto mis pocos conocidos, me aferro tanto a ese origen tan lejano? Por qué guardo cierta deuda con dicha ciudad o creo, al revés, que ella lo guarda conmigo?

Nací un 17 de octubre a las 12.30 en el Instituto del Diagnóstico (desde 2015, Sanatorio Diagnóstico), 25 de Mayo 3240, en pleno centro de la ciudad capital de la Provincia homónima. El médico de mi madre, con su inefable pipa, el Dr. Carlos Sylvestre Begnis, luego gobernador de la Provincia y gran político santafesino, le revelaría que lo que tenía adentro de su viente, era un bebé y no precisamente un tumor cerebral, como le habían diagnosticado tan erróneamente algunos médicos que había consultado con anterioridad.

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