DOS GENIOS DE LA MUSICA DE PELICULAS: ZIMMER Y MORRICONE

Qué decir de estos dos grandes talentosos creadores de tantas banda sonoras de filmes? Más que nada, antes de emitir comentario alguno, vale la pena escuchar sus brillantes, valoradas y recordadas piezas musicales.

Aún así, vale la pen, al menos brevemente, recordar quiénes son. Hans Zimmer es un brillante compositor alemán, de origen judío, que durante la semana pasada, más precisamente, el 12 de setiembre, cumplió 60 años, siendo un pionero de la mezcla de música electrónica con arreglos orquestales que han sonado realmente de manera extraordinaria. Si bien ganó un sólo Oscar en 1994, por la banda sonora de “El Rey León”, ha estado nominado en numerosas ocasiones y sí se ha llevado premios en certámenes como los Globo de Oro, BAFTA, Emmy y Grammy, entre otros. Sus trabajos son innumerables, pero me vienen a la memoria, por ejemplo, las bandas sonoras de “Rain Man” (1988), “Lluvia negra” y “Conduciendo a Miss Daisy” (un año más tarde), “Días de trueno (199o), “La roca” (1996), “Mejor imposible” (1997), “La delgada línea roja” (1998), la ultrapremiada “Gladiador” (2000), Pearl Harbour (2001), “El último Samurai” (2003), la saga de “Batman” (2005-2008), “El Código Da Vinci” (2006), “Frost-Nixon” (2008), “Sherlock Holmes” (2009), “Inception” (2010), “Interstellar” (2014), la bélica “Dunkirk” (este año) y por supuesto, entre tantos éxitos, la saga de “Piratas del Caribe” (2003-2017), que aquí recordamos.

Ennio Morricone es un veterano italiano de 88 años, mucho más clásico, participando en más de 500 películas, muchísimas de ellas, premiadas en diferentes certámenes, aunque haya sólo ganado un Oscar, recién el año pasado con “The Hateful Eight”, tras su honorífico una década antes. Desde sus “spaghetti western” y “gángsteres”, donde podía combinarse lo mejor del cine italiano del gran director Sergio Leone, como “Por un puñado de dólares” (1964) y “Erase una vez en América” (dos décadas más tarde) con los guiones a medida de sus composiciones musicales, pasando por “Los intocables de Elliot Ness” (1987) y “Cinema Paradiso” (1988) hasta Malena (2000), con la voluptuosa Mónica Bellucci, Morricone lograría bandas sonoras célebres y recordadas para siempre. Aquí presentamos en primer lugar, su afamada y premiada “La Misión” (1986), filmada en nuestras bellas Cataratas del Iguazú, en recuerdo a las misiones jesuíticas de los indios guaraníes, en medio de la puja entre portugueses y españoles por Colonia de Sacramento en el siglo XVIII.

En segundo lugar, el emotivo final con “Chi Mai” en la película “El profesional” (1981) protagonizada por el gran actor francés Jean Paul Belmondo.

Eso transmiten con su música, estos dos colosos: cientos de escenas que a lo largo de décadas, han sido acompañadas de manera sublime, por acordes que reflejaban esos  sentimientos profundos de amores, pasiones, dolores, alegrías, desencantos y tantas más emociones, que llegan hasta el alma, por eso, ambos merecen su sitial aquí.

USANDO EL PENSAMIENTO LATERAL: DOS CASOS

No hay que leer demasiado al psicólogo maltés Edward De Bono, el gurú del “pensamiento lateral” en los años noventa, para tomar conciencia de que siempre hay salidas, opciones, alternativas a las sombras o dificultades que se ciernen sobre la vida.

Dos filmes británicos, ambientados en 1984, en la ruinosa y decadente situación de las minas de carbón, industria a punto de extinguirse y a la que la Premier Margaret Thatcher le detonó el tiro final, ilustran con la debida cuota de emoción, tales posibilidades. En ambos casos, fue la música, acompañada en uno de ellos, por la danza, la que permitió a sus protagonistas, eludir la dimensión problemática, de sus entornos familiares, grupales o laborales, plagada de amenazas: desocupación, huelgas, piquetes, prisión, represión, traiciones, alcoholismo, drogas, infidelidad matrimonial, desalojos, intentos de suicidio, la enfermedad o muerte de seres queridos. Así, se decidieron a forjar sus propios destinos, mucho más halagüenos, de la mano de sus vocaciones, talentos o capacidades artísticas. Poco a poco, sus vidas no terminaron de irradiar hacia las otras: el tiempo dedicado a actividades vanas, fue cediendo a energías mejor usadas en pro de lo que a ellos les gustaba o sencillamente amaban, dejando atrás esa realidad ominosa y agobiante para todos.

En “Tocando el Viento” o “Brassed Off” (estrenada en 1996), protagonizada por Ewan Mc Gregor, Pete Postlethwaite, Jim Carter y Philip Jackson, entre otros brillantes actores británicos, la banda musical de un pueblito minero imaginario del condado de Yorkshire -Grimley- (en realidad, se trata de la Grimethorpe Colliery Band), pudo llegar a la cima musical de Londres, el Royal Albert Hall, sepultando así las divisiones y el drama entero de la comunidad de trabajadores del carbón.

En “Billy Elliot: Breaking Free (estrenada en el año 2000), donde sobresalen Julie Walters (la misma actriz de “Educando a Rita”) y un Jamie Bell preadolescente, el hijo de un minero en huelga, sólo preocupado por la pérdida de su fuente de trabajo, en el condado de Durham, rechaza boxear como su padre ansiaba por su naturaleza machista y se dedica contra viento y marea, a iniciar su carrera de bailarín de danza, apenas apoyado por una profesora (Georgia) -excedida en peso y fumadora compulsiva- y un amiguito homosexual (Michael).

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