CATALUÑA: EL INICIO DE OTRO BIG-BANG EUROPEO?

Hay situaciones en la que pierden relevancia los finales. Cuando se desencadenan ciertos procesos, como una bola de nieve, precipitan otros y más aún, por lo que, cuál es y dónde y quiénes llegan a la línea de llegada, pierde interés. El problema es previo: se fue gestando, se fue incubando, se fue moldeando, hubo actores que lo detonaron, hubo errores, apresuramientos, contradicciones, consecuencias no deseadas. Asimismo, ya habrá tiempo para elucubrar las causas. Hoy, están de moda los “cisnes negros” pero éstos siempre ocurrieron, la vida está llena de ellos. La historia cambia todos los días.

Ocurre que la academia, conservadora como pocas otras actividades, permanece aferrada a las viejas verdades como temiendo las nuevas. La de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, no es la excepción. Por eso, con alguna excepción, imbuidas de una nefasta y soberbia pretensión de universalismo miope, no vio venir la caída de la URSS, tampoco el 11S, Al Qaeda, ISIS, la crisis ucraniana, el Brexit, los separatismos primero de Europa Oriental en los noventa y los de Escocia y Cataluña hoy. Sí, nada de lo importante que ocurrió en los últimos 26 años.

Si se llena la Plaza Central de Cataluña en Barcelona; si ganó el Sí abrumador a la nación catalana, para su independencia de España; si hubo 800 a 1000 heridos; si se judicializará todo el proceso; si habrá nuevas elecciones tanto en Cataluña como en toda España;  si ruedan o no, las cabezas de Rajoy y Puigdemont; si la UE apoyará a España -y lo que quedará de ella-; si el País Vasco no demorará en reclamar por lo suyo; si toda Europa eclosionará o si, Macron intentará proponer algo para refundarla, es lo de menos. Importa la dinámica del cambio a futuro, su ritmo, su vertiginosidad, pero sobre todo, el reconocimiento que la España de hoy es completamente diferente a la de ayer, que incluso, la Unión Europea de hoy es radicalmente diferente ya de la que fue hace apenas una semana, cuando los fundamentalistas europeístas volvían a su autoconvencimiento autista, con los triunfos de Rutte, Macron y Merkel, como si “todo estuviera marchando viento en popa”.

Todos sabíamos del enorme enfado de las clases medias europeas, por el cínico salvataje a los bancos por parte de los líderes occidentales, tras la crisis financiera de 2008-2009, que sepultó las ilusiones de progreso y bienestar de millones de ciudadanos, tan de a pie, como los catalanes de hoy. Todos conocíamos que la crisis griega fue silenciada con miles de millones de euros, al igual que la de España, Irlanda y Portugal, poniendo al frente de ellas, a tecnócratas o políticos complacientes con la troika. Nadie escuchó, nadie se hizo cargo: las consecuencias están a la vista. Los botes ya estaban preparados para escapar del naufragio del gran buque insignia. Faltaban los primeros ocupantes. Una parte del “malestar del bienestar” se canalizó a través de los “indignados”, Podemos y Syriza, pero la mayor franja, encontró en los nacionalismos, la puerta abierta a la fuga hacia adelante.

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