CATACLISMOS, AQUI Y ALLA

Un 29 de julio de 1995, quedó grabado en mi memoria para siempre, porque ascendió a la máxima categoría, “el club de mis amores”, Colón de Santa Fe, mi ciudad natal, tras 14 largos y frustrantes años en la segunda división del fútbol argentino. Lo trágico es que viví tal alegría a la distancia, en momentos en que recién empezaba a funcionar Internet y no había aún transmisiones televisivas online, porque estaba viviendo en Viña del Mar, Chile y, escuchando la radio con mucha dificultad, me enteré de ese triunfo deportivo.

Sin embargo, por aquellas horas, ni siquiera imaginaba la vivencia desagradable que sufriría de modo tan contrastante,  un rato después. Ya al inicio de la madrugada, siendo la 1.11 horas del domingo 30 de julio de 1995, mientras dormía, la cama empezó a sacudirse, idem las paredes y pronto, toda la familia cobró conciencia de que se movía no sólo el departamento sino todo el edificio, una torre elevada de 22 pisos, sobre la misma costa del Océano Pacífico, que en ese momento inolvidable no le hizo honor a su nombre. En el piso 11, podía sentirse cómo todo el edificio se movía como un acordeón y ya se escuchaban los gritos de desesperación de sus propietarios e inquilinos. Era un terremoto de magnitud elevada, incluso con riesgo de maremoto o tsunami, el cual finalmente, no se produjo. Un largo minuto duró la sacudida y luego continuaron réplicas a lo largo de toda la noche. En la televisión pudimos enterarnos de que el epicentro había sido en Antofagasta, una populosa ciudad costera del norte chileno, donde se registraton enormes daños materiales, apenas 3 muertos y unos 20 heridos, a pesar de los 8 grados de intensidad en la escala de Richter y los 6 a 7 en la escala de Mercalli.

Como lo reflejaba esta tapa del Diario trasandino “El Mercurio”, el sismo se sintió no sólo en toda la Región de Antofagasta, sino también en las de Coquimbo y Valparaíso-Viña del Mar. Si bien las réplicas continuaron a lo largo de las semanas, para argentinos poco habituados a este tipo de fenómenos, no dejaba de haberse constituido en una inédita experiencia muy ingrata, en términos emocionales, a pesar del poco o nulo daño físico registrado. La broma ocasional del taxista que me recogió en la esquina de mi edificio, en la mañana del lunes  siguiente, ironizando sobre mi susto como extranjero (o vecino argentino) con el episodio, en una tierra que según él, “tiembla 500 veces al año”, en la mayoría de las veces, imperceptiblemente, tampoco dejaré de recordarla.

Cabe destacar que la capa terrestre rocosa de Antofagasta pudo haber salvado a la ciudad de uan catástrofe mayor, en pérdidas humanas, considerando que terremotos de 7 grados o superiores,  ocasionaron decenas de miles de muertos en lugares tan distantes de Chile, como Irán, India, Pakistán, Afganistán y Japón, en los años noventa y dos mil.

Aquí la cobertura de la TV chilena.

Pero no fue el único movimiento telúrico que viví en mi vida, de manera directa. El 23 de noviembre de 1977, viviendo en Rosario, con 13 años de edad, a las 6.23 horas del amanecer, mi cama se movió como nunca mientras dormía y enseguida escuché los gritos de mis hermanas avisándome que me levantara y huyera del departamento en el que vivíamos. En un noveno piso, la sensación era horrible. Jamás había vivido esa traumática experiencia. Recuerdo que en pocos minutos, casi todos los propietarios e inquilinos del edificio estaban abajo, en la vereda, semidesnudos, excepto mi padre quien había permanecido arriba, con total tranquilidad. Tampoco olvidaré nunca esa imagen.

El terremoto había tenido su epicentro en la bastante humilde ciudad de Caucete, cerca de la capital de San Juan, en la región sísmica cuyana, con 7,5 grados en la escala de Richter, provocando más de 100 muertos y prácticamente la destrucción de casi toda la pequeña urbe, de 10.000 habitantes, con mayoría de casas de adobe. Lo paradójico de dicho sismo, es que logró sentirse a lo largo de 1.500 km. de distancia, en casi toda la Pampa Gringa y plena llanura no sísmica de Argentina, de allí la atipicidad del fenómeno en Rosario.

Aquí el video de la TV argentina, el programa “Siglo XX Cambalache”, con la voz del locutor y periodista Fernando Bravo, ilustrando sobre el sorpresivo terremoto arrasador de Caucete y el muy disímil tratamiento oficial en la reconstrucción de la ciudad durante la dictadura militar del General Videla respecto a la vivida por la capital San Juan en 1944, durante otro gobierno militar, donde cobraría protagonismo, el General Juan Domingo Perón. Mientras en el segundo nombrado, se montó un poderoso operativo de solidaridad con las víctimas y se procedió a la reconstrucción de la ciudad capital, en el primero de los casos, se ignoró el drama de los pobladores de Caucete, instándolos a volver pronto a su vida habitual y negándoles ayuda financiera.

Finalmente, a la inversa del orden cronológico de vivencias cataclísmicas, el primer evento que experimenté. Teniendo 8 años de edad, en pleno verano, de intenso calor húmedo (46 grados de temperatura), el miércoles 10 de enero de 1973, vacacionando en la casa de mis abuelos maternos, en la ciudad de Santa Fe, me enteré de un tornado que había arrasado la ciudad de San Justo, distante 98 km. al norte de la capital, provocando enormes daños materiales, 63 muertos y más de 500 heridos, además de muchos chicos perdidos, que años después, se comprobó no eran hijos de quienes terminaron siendo sus padres, tras esa aciaga jornada.

Fue un tornado categoría F5, con ráfagas de más de 300 km. por hora, el mayor histórico no sólo de Argentina y América del Sur, sino de todo el hemisferio meridional. Se produjo a la 14.15 y durando apenas 7 minutos, arrasó con la ciudad de 25.000 habitantes.

 

 

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
Marcar como favorito enlace permanente.

Deja una respuesta